jueves, 17 de mayo de 2007

Idilio

-... porque Dios hizo del barro al hombre mas quizá de unos guijarros la cabeza...- dijo él con voz flemática.
-¿Por qué dices eso, Willhelm? -le dijo Isadora que entraba cargada de cosas a la habitación-.
-Tonterías... no hagas caso....

Y titubeó antes de ver a los profundos ojos de ella sostenidos en los suyos.

-¿Crees que el hombre conoce eso, Iss? La esencia más pura de su interior.

Le decía tras el umbral que creaba su apagada pipa, en los muros por los ojos absorbido.

-No lo creo; alguno ni siquiera ha de pensar en ello -dijo ella mientras recogía la ropa que estaba sobre la mecedora-.
-Y morirá sin saberlo.
-Y eso es malo.
-Ya no sé. ¿Qué puedo decir que no hayan dicho antes? ¿Que la vida es la misma en las manos del pequeño más puro que en las otras ensangrentadas de quien la arranca por la fuerza?
-Están los buenos y los malos.
-Quizá sea así; pero juzgar así funciona en los cuentos de hadas... en la Biblia. Ser malo, ser bueno, todo eso sólo funciona con un Dios ¿y si no lo hubiera?
-Escogimos creerlo.
-Así es, lo escogimos, no es natural. Quizá al primero de los ancestros, no a nosotros. ¿Quién nos dirá la verdad? ¿Por qué la esperamos?
-Uno cree porque le hace bien creer, la verdad es la que creamos.
-Exacto; porque aquí nacimos. Bien sería Buda de estar al oriente.
-Y sería bueno.
-¡Y ser bueno sería distinto!
-La moral.
-... sí, la moral...
-Aún los que no se dicen de una religión, creen en algo. Su vida diaria, sus anhelos. A veces será un auto nuevo, a veces que sus hijos coman y sonrían cada día y viven así su vida. Eres bueno, mientras seas bueno para la mayoría... y viceversa.
-Debería ser más sencillo que eso -dijo Willhelm pensativo-.
-¿Así que crees en Dios? -le dijo en un tono burlesco apenas reconocible por él-.
-No lo sé, me gusta la idea, me molesta a la vez. Si existe, ¿por qué no viene y nos deja amarlo por sus ojos? Si no... ¿qué le ofrecemos al asesino?
-¿Felicidad?
-¿Lo amarías?
-Quizá.

Willhelm dibujó una pequeña sonrisa y agarrando aire entre los dientes como hacía cada vez que diría algo en lo que cree firmemente, se acercó a Isadora a quien tomó por los hombros en un pequeño abrazo, fijo en la ventana hacia la calle.

-Así de sencilla debia ser la vida. Un hombre, un mundo y unas ganas de respirar de tu aliento. ¿Te he dicho que te amo? -dijo mirándola fijamente-.
-No el día de hoy -dijo ella retirándose con fingido desdén-.
-¿Y que soy un idiota?
-Ofendes mi intelecto.
-Tenía un discurso... lo has arruinado.

Isadora sólo sonrió y soltando las cosas, cayó en brazos de Willhelm.

-Te amo.
-Te amo, Iss.

1 comentario:

Pequeña Saltamontes dijo...

Lindo, como todo lo que usted escribe Sr. Ugolino