jueves, 31 de mayo de 2007

Mi papá

-No lo conociste, ¿verdad?
-No, nunca.
-Te habría encantado.
-...
-Era tan atento con mis amigos, con los amigos en general; nos la pasábamos riendo. Tenía muy buen sentido del humor y no era sarcástico. De hecho, no tenía el tono molesto que nosotros tenemos; ya sabes, cuando tu mamá te manda a las tortillas y sólo dices: "Ay, mamá". Él no lo tenía.
-¿Cuál tono?
-Ya sabes, el impaciente, el flojo, el que no te deja ser amable y sólo hacer un favor contento. Hacía lo imposible por ayudarte en lo que fuera. A veces incluso era incómodo decirle: "ah, qué bonita guitarra", porque ya quería regalártela. Así era.
-...
-Recuerdo le encantaba mi gente. Mis novias. A veces nos escapábamos a la playa y pasábamos el día platicando, en el mar, comiendo hasta hartarnos. Tocando la guitarra. Adoraba a Rigel, y a Gladys antes de eso. Y estoy seguro que ellas a él también. ¿Sabes? Quisiera sentir que sabía cuán extraordinario era.
-¿Se lo dijiste?
-No, la verdad no; uno siempre piensa que esas cosas se sobrentienden. Que uno es rebelde porque parece tan difícil llegarle a los talones a papá y que por eso corremos por su ayuda cuando estamos en apuros. Recuerdo cómo me hablaba la gente de él, ja ja, que era cabrón, decían. Un jefe muy estricto; pero excelente ingeniero. Eso siempre lo dijeron. Ojalá un día sea como él.
-Lo serás.
-Espero, niña. Lo logró todo, ¿no? de la nada. Literalmente, lo logró todo. Promedio de casi 10 en su maestría a los 50 años. Quisiera ser tan inteligente. Dicen que su enfermedad no se da en los tontos. Por eso la oreja de Van Gogh o la misantropía, por eso tanto alejarse de tantos. Hubiera sido más grande su éxito aún si hubiera sido más diplomático.
-Lo tuvo todo.
-Sí, es verdad. Hasta hijos guapos.
-Je je, claro.
-Te habría encantado.
-Estoy segura.
-Me parezco mucho a él; pero en versión malévola.
-No eres tan malo como crees.
-No sé.
-Él está bien, feliz de verte feliz.
-Y yo feliz de que descanse. Se lo merecía. ¿Quién si no él?
-...
-Nos hubieras visto juntos, pura risa; una vez una amiga pasó con nosotros la navidad y mi papá...
-Me gusta.
-¿Qué cosa?
-El brillo de tus ojos cuando hablas de él.
-... era mi papá.

miércoles, 30 de mayo de 2007

Mis Simpsons


"Tu siempre haces lo mismo Marge, siempre te pones de parte de un extraño: Flanders, el departamento de aguas, DIOS"
-Homero

“Me gusta la cerveza fría, la tele fuerte y los homosexuales, LOCAS, LOCAS!"
-Homero

“Bueno estuve diseñando un gran plan, durante el examen, me escondo bajo un sillón y espero que de alguna forma todo se arregle”
-Homero

“¿Robar? ¿Cómo pudiste? ¿No has aprendido nada del que nos da los sermones en la iglesia... ese Capitán No-Sé-Qué? ¡Vivimos en una sociedad de Leyes! ¿Por que crees que alquilo las películas de Locademia de Policía? ¿Por diversión? ¡Pues no! Yo no oí reír a nadie, ¿y tú? Sólo con ese de los Ruidos.... brlblrl fuiuuuifuif rrtrtrtrtrttr blrblr....¿jajija en que estaba? ¡Ah, si! ¡No te robes mi cerveza!"
-Homero

"No prometo intentarlo, pero intentaré intentarlo"
-Homero

“Homero: ¿Cómo va a hacer la educación sentirnos mejor? Cada vez que aprendo algo nuevo empuja algo que ya había aprendido. ¿Recuerdas cuando hice aquel curso de probador de vinos ¡y se me olvidó cómo conducir!?
Marge: Eso es porque estabas borracho, Homero."

"Pues no voy dormir con una mujer que piensa que soy un haragán. Voy a bajar las escaleras, armaré el sofa-cama, iré por las sábanas... ehm... buenas noches"
-Homero.

"Homero: A ver, eh, deme una de esas revistas porno, una caja grande de condones, eh, una botella de whisky, una de esas toallas femeninas, unos petardos ilegales, y esa lavativa desechable.
.
.
Marge: No sé qué planes tienes para esta noche, Homero, pero no cuentes conmigo."

-"Bienvenida a botadero, población: tú."
-Homero.

-"Scully: Este es un detector de mentiras. Le haré unas preguntas simples y usted responderá sí o no. ¿Me entendió?
Homero: Sí.
¡BUM! (El aparato hace explosión)"


-"Sí, y yo no soy fácil de impresionar. ¡Wow! ¡Un carro azul!
-Homero

-"No dejes que la muerte de Krusty te hunda muchacho. La gente siempre acaba muriéndose. Es así de simple. Es mas, mañana tú podrías amanecer muerto. Bueno... Buenas noches."
-Homero.

Esas van por mi Homero... y para terminar, una de Bart:

"Dios, como hemos pagado por esta comida... gracias por nada"

Ja. Espero las disfruten. Ya recordaré más.

martes, 29 de mayo de 2007

Jamais oublie que je t'ai aimé avec l'âme mais adieu.


Te quiero con el alma, Sindhy.

Te voy a extrañar.

Chispas III


Que mi corazón late solo me han dicho,
que no es más que un impulso que envío,
¡pero mira qué tontos que son
si sé que tan sólo de verte
late el mío!

Biografía casi imaginaria

Siempre que me agarraban la mano me soltaba con cualquier embuste. Siempre fue mucha responsabilidad. Si le tomas la mano le sigues y no había lugar para mí a donde iba. Como decían: ya nadie va pallá, siempre está lleno. Por eso no iba. Me quedaba largas horas por la casa, en el patio, mientras dejaba me educara la conciencia. A veces es buena, cuando nos dice que podemos estar mejor, y hacer mejor. Mejor quedaba en la conciencia. Cuando niño.

Fue por entonces que apareció una mancha en la pared de la sala. Mi madre andaba como loca limpiándola con cualquier cosa que le recomendaran y entre más viejo el consejo, mejor. Que si era la humedad o algún travieso de nosotros que había echado algo. Pero qué puede echar un niño de 6 años como uno en la pared de su casa. Agua, tierra, no hay mucho más que nos interese entonces; o una crayola. Pero la mancha era distinta, como amarilla y negra, parecía más bien un morete. Y eso entretenía a mi madre por entonces. Eso y mi nuevo hermano.

Yo no sabía mucho del mundo, pero sí mi padre, entonces lo veía leer acostado en un sillón, cuando lo veía. Si no, se iba todo el día y volvía cansado para dormir; pero yo lo quería ver todo el día. Mi hermana ya estaba grande y sabía que así eran las cosas. Cuando peleábamos se aseguraba de que fuera en una hora en que mi padre no estaba, yo no sabía esas cosas, apenas si podía leer el reloj, pero no significaba nada. Para ella sí, siempre fue muy viva a la hora de hacer travesuras. A veces pensaba que era ella quien había hecho la mancha esa, pero no lo iba a decir y no había manera de probarlo. Aunque si me preguntaban a mí, habría dicho que fue ella. Siempre me pegaba a mí que podía defenderme, por qué no a una pared sin manos pa jalarle la trenza. Si me preguntaban a mí, fue ella.

Pasaba el tiempo a borbotones, dicen que siempre pasa cuando somos niños, será que de tan divertidos que estamos pensamos poco. Mi hermano ya había crecido y yo no le hacía mucho caso. Era mi hermano nomás, no sabía mucho de eso. ¿Qué se hace con un hermano? Se le cuida que no se ahogue con algo que se tragó, se le ve dormir y despertar, se le ve recibir los mismos regalos que uno recibía o hasta más. Nunca supe qué más hacer con mi hermano. Mi hermana ya estaba grande y no nos hablábamos. Ella ya tenía amigos nuevos y no me necesitaba, sólo cuando tenía ganas de pelear, cuando tenía ganas de golpear a alguien bien fuerte. Nunca entendí porqué lo hacía, parecía que me odiaba, y muchas veces sentí que la odiaba yo también. Pero yo no odiaba a mi hermano, él no me hacía nada ni yo a él. Éramos hermanos.

Entonces mi padre empezaba a pelear con mi madre y mi hermana lloraba sin poder contenerse; y yo le decía que todo estaba bien, que ya pasaría. A mi hermano no le decía nada, él no entendía, al menos, eso creía yo. Me veía con los ojos pelones preguntándome por qué es que mi papá gritaba o quizá sólo veía mis lentes y se preguntaba por qué yo traía eso para todos lados. Entonces mi padre se iba y mi madre también lloraba. Entonces yo le decía lo mismo que a mi hermana, pero eso no funciona con las madres. Ella me decía a mí que todo estaba bien y se enjugaba las lágrimas. Yo estaba bien, pero ella siempre me lo decía. Luego se iba a limpiar la mancha en la pared que ya había crecido hasta estar casi del tamaño de mi hermano. No me gustaba que él se acercara a ella. A veces soñaba que se lo tragaba enterito y no me gustaba; pero siempre pude escaparme a mi conciencia hasta en los sueños. Entonces imaginaba un mejor final y dormía a gusto toda la noche.

Seguía sin que me gustara que me agarraran la mano. Cuando empecé a entender las cosas, los dejé de entender a todos. Mi padre decía mil cosas que yo no quería hacer y las hacía, él era mi padre; quizá lo único que entendí era que me quería mucho y que todo lo hacía por mi bien; y así yo seguía sin entender muchas cosas, pero haciéndolas sin chistar. Hasta que un día no quise. Nunca había visto a mi padre tan enojado, y a mi madre que se paraba detrás de él asomando la cabeza mientras los dos me decían que estaba mal; y yo no entendía por qué mi madre me daba la razón cuando él no estaba y cuando él llegaba era otra. Pero ahora que lo pienso todos éramos otros cuando mi padre llegaba. Mi madre empezaba a hacer comida, mi hermana no me pegaba y yo me escondía en mi conciencia para entender las cosas; creo que sólo mi hermano era el mismo, y mi padre reía mucho con él, con todo lo que decía. Yo quería ser como mi hermano; pero cuando pasó el tiempo, nos empezábamos a parecer mucho a nuestros padres y eso no me gustaba. Al rato íbamos a estar gritándonos y llorando y a decir que todo estaba bien. Siempre pensé que las cosas no estaban bien. Entonces le decía a mi hermano que no fuera como mi padre y él me ponía atención, creo que antes no mucha, pero poco a poco me entendía. Después de todo, yo tampoco entendía nada cuando estaba chico. Mi madre y mi hermana ya no tenían remedio. Mi madre se pasaba las horas tratando de limpiar la mancha en la pared que ahora estaba ya casi de mi tamaño y ella lloraba y se desesperaba porque la gente vería una enorme mancha en la pared cuando la visitaran. En realidad nunca la visitaban pero esa mancha debía desaparecer antes de que lo hicieran. Yo siempre pensé que no la visitarían aún si quitaba la mancha; pero a mi madre no le podía decir eso. Mi hermana vivía sola en su mundo, quizá como yo me escapaba a mi conciencia, ella se escapaba a la ira. Sólo gritaba y gritaba y no decía nada. A veces pensé que ella necesitaba mi ayuda también, pero si me acercaba ella me gritaba. Había dejado de pegarme cuando crecí más fuerte que ella. Entonces mejor no nos hablamos. Quizá lo único que teníamos en común era cómo mi cara se amoldaba a sus golpes; pero ya había aprendido a esquivarlos. Ya estábamos bien cada uno por su lado.

En esos días ya mi padre gritaba, mi madre también, mi hermana se encerraba en su cuarto y mi hermano seguía viéndome a los ojos como preguntándose por qué ya no usaba lentes como antes. Creo que los perdí en un momento en que me sumí en mi conciencia tan lejos que no volví por el mismo camino para recogerlos. Entonces mi padre lloraba y mi madre también, y mi hermana lloraba en su cuarto y la mancha en la pared seguía creciendo. Aún me daba miedo que mi hermano se acercara a ella así que le decía que no se acercara y que no hiciera como mi padre. Nunca pensé que mi padre fuera malo, sólo no lo entendía y yo quería entender a mi hermano. Y le decía que no fuera como él.

Entonces pasó que un día todo estuvo peor. Los gritos se oían más fuertes y mi hermana lloraba más, yo trataba de calmarla pero ella ya no me conocía. Entonces calmaba a mi hermano, pero él ya entendía todo y me decía las mismas palabras que yo le decía cuando estaba chico. La mancha en la pared ya superaba mi estatura varias veces y fue cuando mi madre me lo dijo, creo que nunca lo voy a olvidar. Ella estaba cansada de limpiar la mancha, de rodillas, con el cloro y los guantes y yo quizá dije algo que la hizo enojar cuando me dijo que yo había hecho esa mancha y que bien lo sabía pero que nunca tuve el decoro de decírselo, yo le decía que no, quizá hasta inculpé a mi hermana desesperado, diciendo que ella había golpeado la pared y que por eso es que lloraba ahora desconsolada por su enorme morete que se le caía en pedazos; pero mi madre ya no escuchaba y lo dijo, nunca entendí porqué lo dijo pero lo hizo, ella dijo: eres igualito a tu padre; y enojada se marchó.

No puedo describir todo lo que pasó por mi mente entonces. Quise escaparme a mi conciencia pero ya no había nada. Ahora sólo se dibujaba la imagen de mi padre en mi mente. Y yo pensaba en que era igual que mi padre y mi hermano me veía a los ojos ahora preguntándome por qué pensaba yo eso, yo era su hermano me decía; tenía los ojos verdes, yo no me parecía a mi padre, él los tenía cafés. Se había aprendido el color de mis ojos. Pero yo ya no escuchaba y me quedé callado para no decir lo que decía mi padre. Y me escapaba a mi conciencia y no funcionaba. Y me quedé callado.

Pasaban los días y yo otra vez no entendía nada, todo se veía igual entonces. Mi madre limpiando la mancha en la pared, mi hermana en su cuarto, mi hermano haciendo lo que hacen los hermanos. Se dormía, se despertaba y yo aún cuidaba que no se ahogara con algo que comía. Mi padre se iba largas horas del día y yo ya no sabía a qué hora iba a llegar. Lo único que no era igual era que ya no se acostaba en el sillón a leer, aunque yo siempre lo esperaba.

Entonces una noche en que hacía mucho calor, más que todas las otras, desperté sudando en mi cama. Todo se veía muy claro porque la luna estaba grande esa noche. Mi hermano dormía en su cama y la garganta me raspaba fuerte, como si hubiera tragado tierra. Entonces me quise parar para tomar agua. Fui al cuarto de mi hermana y ahí estaba, ella siempre estaba ahí. Fui al cuarto de mis padres y ahí estaba mi madre sola, acostada con los guantes puestos y el cloro en el buró de junto. Entonces mejor bajé a tomar agua. Volteé hacia el sillón para ver si de casualidad mi padre estaba leyendo algún libro; pero yo ya sabía que no estaría, era muy tarde para estar leyendo y creo que mi padre ya no leía nada entonces. Tomé un poco de agua y cuando volvía a la cama le vi. Siempre había estado ahí, al menos para mi memoria, ya no había puesto atención a cómo era. Parecía un enorme morete, amarillo y negro, como si hubieran golpeado la pared y sangrara por dentro y abriera una ventana para que viera. Aún me daba miedo que mi hermano se acercara. Entonces me acerqué yo. Parecía que todo el trabajo que había hecho mi madre era en vano. Se veía igual, la pared ya no estaba detrás de ella. Entonces pensé en tocarla y estiré la mano y no sentí nada. Pensé que no la había alcanzado, la tenue luz me perdía las cosas y no sabía si no la había alcanzado, así que me acerqué más y otra vez no sentí nada. Entonces acerqué aún más la cara y metí el brazo entero en la mancha y no sentía nada y se sentía bien. A veces no sentir nada se siente muy bien. Así que, metí entonces la pierna. Recordaba que me dolía porque había estado jugando futbol, así que metí la pierna. No sentía nada y me gustó. Entonces me retiré de la pared y sentí que me dolía todo el cuerpo. No me había fijado que jugar futbol me había dejado tan adolorido, porque yo no lo juego muy seguido. Ya podía ver bien en la oscuridad, será que empezaba a amanecer o que ya tenía mucho tiempo en ella. Así que vi la mancha completa, era mucho más grande que yo y me dolía todo el cuerpo. Eché una mirada a la casa de nuevo, vi al sillón donde leía mi padre, imaginé que mi madre seguiría limpiando esa mancha y a mi hermana en el cuarto; y entonces salté dentro de la mancha sin pensar en nada más. Ya no sentía nada, todo el dolor del cuerpo se esfumó en un instante y se sentía bien. A veces no sentir nada se siente mejor que todo.

Ahí vivo ahora y vivo a gusto. Puedo escapar a mi conciencia cuando quiero y puedo no sentir nada. Los días pasan como todos y no hay sorpresas, ni gratas ni feas; pero no extraño las feas. Lo único malo es que a veces cuando sueño y no puedo escaparme a mi conciencia, veo a mi hermano, lo veo clarito como lo vi siempre. Y me ve a los ojos como extrañado de que use lentes de nuevo y sólo le digo que ya estoy más viejo y los necesito y se me queda viendo y yo ya no digo nada. No sé qué hacer pues es mi hermano y nunca entendí bien qué se hace con los hermanos. No le agarro la mano para no soltarme con cualquier embuste, pero al final sólo sé que lo quiero mucho y que todo lo que siempre hice fue por su bien.

Pfff

Ayer no desayuné por pensar en ti.
Ayer no comí por pensar en ti.
Ayer no cené por pensar en ti.
Ayer no dormí porque tenía hambre.

lunes, 28 de mayo de 2007

Los Gases Nobles

¿Qué tienen de nobles estos gases?

Helio, neón, argón, criptón, xenón y radón son los llamados "gases nobles" o "gases inertes". ¿Por qué se les llama así? Simple. Porque la distribución de los electrones en sus capas es relativamente estable y no acepta cambios fácilmente.

Si recuerdas tus clases de química en la escuela, sabrás de lo que hablo. Así, si se agregara o sustrayera electrones se rompería la armonía, en cierta manera. Cosa que rara vez sucede por sí sola en la naturaleza.

Pero... ¿por qué nobles? Por su resistencia a reaccionar o "mezclarse" con los demás elementos como aquellos "nobles" de la aristocracia, ja. Unos pinches mamonsetes, a fin de cuentas.

A chingar a su madre con los gases nobles. Hay clases, ni dudarlo. Hay grupos, todos sabemos. Pero que un pinche gas, aparte de oler a sabrá la madre qué, venga y me diga: "soy noble" y no sólo eso, venga y me diga: "Soy noble y mi hija jamás reaccionaría contigo, mugre plebeyo". Eso sí duele.

Yo por eso digo, chinguen a su madre, gases nobles... helio, neón, argón, criptón, xenón, radón... y mamón. Después de la secundaria, ni quién se acuerde de ustedes.

He dicho.

Ella dijo


Veo en tus ojos el vacío del tropo. Un efímero pensamiento. El sabor de tus labios y un adiós seco como el vidrio rechinando cual huesos en el pavimento. Dije adiós, o así lo recuerdo. Con el corazón apretujado a tu sonrisa, pidiendo un segundo más. Tu aliento, el himen que rompiste con aquel saludo y ahora, tu adiós se desata como vorágines de miedo. Te extraño, y una lágrima es lo único que pude decir antes de romper el espejo.

sábado, 26 de mayo de 2007

Film noir

Caminabas sobre fuego. Te encantaba hacerlo así. Picabas mis costillas con cualquier mentira y corrías a esconderte sobre años de manipulación sobrentendida. A veces rogaba despertar en un mundo alterno, con la música de aquel viejo programa que jamás te preocupaste por ver. Un mundo alterno libre de sarcasmos y humor negro. Así te imaginaba, en vestido de satén y seda, guantes largos y sombrero de velo. Al menos un "film noir" era predecible. Podíamos fingir entre copas de Merlot o cualquier embuste que aminorara la vida cotidiana en un bocado de cinismo. Y ahora andas por la ciudad de la mano de las tragedias. Lloras en el hombro del vecino y te burlas de sus tapetes de terciopelo negro. "Siempre le gusté", me decías, buscando un gesto en mí, uno que pudieras usar en conversaciones futuras con este muchacho. ¿Cómo se llamaba? Ricardo. "Ricardo, tú bien sabes que siempre le gusté". Llorando borlas de pelusa por los tapetes de terciopelo negro. Estallando en culpas por el piso alfombrado donde descansabas plenamente para volver cansada a casa.

Así te vi muchas veces: cansada. Nunca fuimos nada y la sombra del “no" eterno se nos subía a la cabeza, como migraña, como la capucha del verdugo que lastima incluso cuando se le ha guardado en algún cajón; dejando tu mirada seca de lágrimas detrás para no tener que regalar una mirada que luego reclamarías como uno más de nuestros accidentes y reconciliaciones carentes de culpa. Y así anduvimos siempre por las calles, saludando gente, descubriendo caminos, tomados de la mano como si nada pasara; sujetos a nuestra piel como se sostiene una exhausta bandera de paz justo antes de otra guerra. Y lo disfrutabas, ¿cómo no? Si aún sé cuando sonríes por placer. Aún distingo ese tono noble y apaciguado por mi espalda. Cuando brincas y te cuelgas de mi cuello y me pides descansar. Descansar acaso por el suelo frío esta vez y cansarnos juntos de tantas desgracias fabricadas.

Ahí estás, en el mismo lugar de siempre. Y extraño el rojo de tu rostro. Cuando fingía cualquier negocio por tu puerta y entraba para andar por tus rincones, por ese rostro lleno de inercia de las noches anteriores y sus días. El preámbulo de una diaria sorpresa que sabíamos esperar con ansias. Llevas una nueva pintura en tus manos. Es hermosa. Es verdaderamente hermosa. Quisiera que la hubiera hecho alguien más; desgastada, intrascendente; no tú, de ninguna manera. No me atrevo a decirlo pero es hermosa. A veces no sé siquiera si lo entiendes: el poder que da el crear algo superior, lleno de fuerza y de vigor; el poder crear algo que vence la mirada para guardarla en los bolsillos por un rato y tener que superar una sorpresa así a solas, cuando no hay nada más que hablar. No sé si sepas de esa fuerza. Ojalá no. No podría lidiar con tanta astucia. No la de tu mirada a sabiendas de lo que has logrado en mí una vez más.

"Siempre le gusté, Ricardo, siempre, desde que éramos pequeños y se sonrojaba al entrar a la tienda, a fingir que tenía todo el mundo para estar y lo nuestro era sólo una fugaz coincidencia, frágil, quebradiza, que se iría con el ruido acartonado de una vieja nota de partida y sin embargo, siempre iba; a visitarme, a pedirme que nos perdiéramos de la mano por la ciudad una vez más. Desde siempre, siempre le gusté".

No lloraré esta vez. Me voy. Me voy lejos. Dejo una lágrima, una nada más, para mí. Para sentir que me voy escuchando un sollozo a mis espaldas.

¡Siempre lo mismo!

Él: Pero es que, mujer, me caga que tu pinche existencialismo dramático,
no, tu seudo dramatismo existencialista
te haga incurrir en sofismas tales, wey;
no me vas a decir a mí que la actitud latente predomina sobre
tus instintos, eres el instinto puro,
y no contenta, actúas sobre él, como niño sobre dulces...

Ella: Dramatismo o no,
no va encausado a justificar una malicia fabricada, wey,
si algo tengo es esa pinche cualidad que bien viste antes;
además, tus prejuicios sólo vienen de esa realidad concebida en tu mente;
¿y si descubrieras que no es verdad?
La concepción no sólo viene del empirismo, we,
estás emputado con Schopenhauer,
cuando terminas por tergiversar cualquier paradigma que se oponga
a tu status quo.

Déjà Vu

Callado, beso anhelante,
escrutando en tu vacío...

Mientras tanto en el inconsciente

Te olvidé una vez
y lo haría de nuevo;
pero prefiero quedarme
para recordártelo.

Charlas con Dios

-Hola.
-Hola, hijo mío.
-¿Cómo estás?
-Perfectamente.
-Ah, pues sí, verdad, ps eres Dios...
-Así es, mi muchacho.
-Qué cosas, ¿no?
-Muchísimas, sí.
-Ehm.
-No tengas miedo de hablarme, hijo.
-No no, no es miedo, señor. Me quedé distraído con su barba.
-Sí, je je, no me sale...
-No quise apenarlo.
-No no, no es eso, es sólo que...
-Mejor cambiamos de tema.
-Sí, mejor.
-Y... ¿qué haces?
-Escribo en mi blog.
-¿TIENES UN BLOG?
-Pero por supuesto: http://onilogu.blogspot.com
-Ni idea.

:|

No me quedan palabras...

No me quedan palabras para amarte,
ya mis versos callan, escurridos en la cera,
en un adiós que apaga la tea de alto solio
que dice eterna y testa lozanía en damisela.

No me quedan palabras para amarte
y el aliento expira en un mirar adusto,
en un evocar sumiso efluvio de disipación etérea;
que amor irisa el gusto si el secar profuso garbo mostráse
tan divina pasión nea.

No me quedan palabras para amarte
y es por tal, mi dulce bien, que siempre es
que poesía siempre quedas.




Este poema me ha acompañado por muchos años. Nunca fui un lector mío, nunca supe bien lo que escribía; sólo esto; por tantos años. Cuando pienso en él todo es tan claro. Sé de quién es, sé a quién le pertenece. Creo que algunas veces lo he dicho, tan fácil, que a veces no sé si siquiera me escuchan.

Sigue siendo así; lo mismo; porque aquello que alguna vez prometí confesarle jamás dije. A veces empiezo a creer, jamás diré y así será suyo por siempre.

Uno más de Ugolino


-Knock, knock.
-¿Quién es?
-Jack.
-Jack, ¿qué?
-Jack Állate.

=ó( sniff...

jueves, 24 de mayo de 2007

Un sueño más

Me pregunto dónde estás.
Será recostada en tu cama atenuando los pormenores de una nueva jornada de trabajo
o será con tus amigos, tu familia, sonriente de haber terminado un hermoso día más.
Será acaso pensando en mil cosas que quizá ideaste por primera vez y no habías notado.

Es entonces que imagino.
Tus ojos, tus labios, esa mirada que arrojas sin pensar en las consecuencias.
Cuando regalas el mundo entero en un instante de sutil atención
para luego desvanecerla en un parpadeo y un súbito cambio de tema.

Te imagino así, sin pena.
Quizá contra el más bello paisaje o sólo ahí, con la pared a tus espaldas,
en ese exquisito retrato de nada más que tu belleza.
Ese marco, esa imagen,
hermosa y duradera; como perdura el buqué en las ansias,
como perdura la espera.

Deseo estés bien.
Donde quiera que estés, muy feliz.
Sin letra alguna del innato idioma de extrañar.
Que tu vida sea perfecta y no te atrevieras a mover la más pequeña pieza,
pues todo caería en mil pedazos que no te molestarías en levantar.
Sonriente, completa, muy feliz.

Así cuando estés cansada,
en el camino de vuelta a casa,
soltando los pormenores por las calles,
por las luces del camino,
pensando en mil cosas mientras se entrecierran tus ojos,
ahí, entre pedazos de abrazos, de viejos amores,
de amigos, de los tantos besos y sus lágrimas,
envuelto entre suspiros y ganas de dormir,
quizá un pensamiento que te hace sonreír cruce tu mente,
quizá entre la llegada a casa y los pliegues de tu cama,
entre tus sábanas, en el piélago de la realidad y la fantasía,
ahí, cuando no sabes si todo ha sido un sueño, quizá sabrás
-sólo "quizá" esta vez que estoy soñando-
sabrás, un día, que me extrañas.

Mi Culiacán


No es broma. Es la mancha en esa pelota candente que se anda paseando por el espacio como las brasas moribundas que echamos al agua para que al fin se vayan en un último suspiro. La diferencia en este caso es... ¿adónde podemos echarnos nosotros?

Tenemos tres ríos, técnicamente. Razón suficiente para que nuestros ancestros, llámense españoles o cahítas, dijeran: "Qué a toda madre, yo aquí me quedo". Con los paisajes verdes, el agua y las mujeres bellas... no los culpo. El único pedo es que estoy 100% seguro de que los pendejos llegaron en Enero.

Diciembre, enero, febrero y marzo. No hay más. No hay más días de cualquier otro mes en que uno pueda decir: "Que a toda madre está el clima, casi ni he sudado". Esto con las grandísimas excepciones, como en este año, donde uno dice: "Ay, qué raro está el clima, ¿no? Pinche calorón en las tardes y en las noches hasta suéter me pongo". El pedo, una vez más, es que:

1. Los culichis necesitamos un frío de 22 grados pa ponernos la chamarra y hasta la nueva bufanda que compramos en Liverpool o los guantes.

2. ¿Dónde está lo raro si siempre ha sido así?

Con la agradecida excepción, otra vez una vez más, en que llegan esas agradabilísimas lluvias de enero y febrero, no hay días enteros que duren fríos.

Lo curioso es que, si me están leyendo los culichis dirán: Ah, qué mamón este pendejo, si si hace frío, no seas pinche exagerado". Porque así hablamos. Lo curioso es que, ps no, no hace tanto, pues. Sólo le decimos así para lucir nuestras siempre exuberantes ropas de invierno que tanto nos -me cuento- encantan.

En resumen, tengo calor.

El calor de siempre. El calor agradable. El calor de 47 grados a la sombra. El calor que nos lleva a meter las patas en las aguas de Altata comiéndonos un kilo de mariscos con una cerveza bien helada. La razón por la que hay tantos expendios por la ciudad. La razón por la que salir a comer entre 1 y 4 es una mentadísima de madre. El calor que nos hace decir: "Ah, qué pinche calor"... pero que siempre hemos sentido y con el que vivimos a regañadientes, pero aquí. Siempre aquí.

Tengo calor y lo curioso es que cuando sale una oportunidad para dejar la ciudad por unos días digo: "Nah, qué -frase prestada-, yo aquí me quedo". Voy por unas cocas heladas y un caldo, ja.

Yo aquí me quedo, como dijeron los pendejos españoles o los idiotas de los Cahítas. Así cómo se le va a quitar lo pendejo a uno pues.

martes, 22 de mayo de 2007

Prosa

"El resuello del risco empapado en la brisa matinal que surca sus costillas diariamente y asemeja el quejido severo de río inverso que va y se funde con el cielo en las alturas como el mar bajo su cauce espumoso de nubes y profundo de espacio sideral mientras arrulla y bosteza en su despertar de polvos y nubarrones apurados al horizonte termina por ser un ritual alterno de mil voces suscitado en el espejo de su existencia kilómetros abajo por las aguas en sus cauces que llevan al ciclo a culminar en la vastedad de los oceanos que alimentan el aire mismo del que en un futuro se desprenderán millones de fragmentos en oleadas de guerreros cristalinos perdiendo mil batallas en lances contra el sol y sus diez mil espadas que arrancan de sus diminutos cuerpos el alma en una explosión mínima de vapor que se eleva hacia lo más extenso de aquel cielo ahora cementerio de valientes reunidos para recrear lo que en vida fue el mayor espectáculo jamás visto por el hombre o por cualquiera que haya presenciado al menos una vez la majestuosidad de las guerras más antiguas suscitadas sobre la faz de la tierra en un suceso tan rutinario como es el ciclo de las aguas.

¿Por qué no morir con esa dignidad en un grito de euforia?"

domingo, 20 de mayo de 2007

Arpegios

A veces, cuando no sé qué decirte, me quedo callado. Es un silencio impuro, manchado de ultrasonidos y gritos de agitación. A veces, cuando tocas un nervio virgen en mi cuerpo.

Te tomaba como el aire. Cristalina, cambiante, fluida. Te tomaba como el aire sobre mi rostro, el que no se puede ver; sólo sentir. Entonces te sentía como el aire, como un suspiro, como unas ganas de respirar profundo y caer dormido. Te sentía mis ganas de respirar.

Entonces despertaba y por mil instantes, desesperaba. No sabiendo qué decir, se agotaban las palabras y más valía no respirar. En el silencio infinito de miles de sonidos; en la mente de los actos, de las historias contadas una y otra vez desde el arcón de los recuerdos. Una y otra vez, hasta el cansancio. Hasta el hartazgo de escuchar. Cuando empezabas a hablar.

Esa voz, equidistante. La voz de un silencio impuro y el hálito del ángel. En la carcaza de mi cuerpo, en la mente, entre rechinidos de un alma usada. Ahí, entre escondrijos, espera la noche para salir en un chiflido. Como madera hinchada descansada de sol, como el sol, el sonido suave emerge, sin palabras; sólo el sonido suave; y descansa el cuerpo, suspendido en el aire que respiro, con los ojos cerrados, sin decir nada más que nada.

El sonido, tu voz, la nada.

Sin decir hola, sin decir adiós, sin escuchar una sola palabra.


Para Cirantis.
Te quiero, niña.

¡Ah, qué Dios!

¿Será porque no voy a la iglesia?
¿Será porque no me he confesado en años?
¿Será porque me pinteé catecismo?
¿Será porque me reí de él alguna vez?
¿Será porque hago bromas sin cesar al respecto?
¿Será porque me hice budista?
¿Será porque no le caigo bien?
¿Será porque no santifico las fiestas?
¿Será...?

No sé, pero me pone retos un tanto difíciles. Mi vida cambia a cada segundo en formas que jamás creí. La verdad, me va bien :) No me quejo. A veces lloro, a veces sufro, pero casi siempre, río. Aunque sea por una broma a su respecto.

¿Será que lo hace por mi bien?
¿Será que seré mejor cada día?

Puedes apostarlo, wey.

¡Nos vemos en el cielo!

jueves, 17 de mayo de 2007

¡Bu, quiero casarme!

Empecé a ir con la psicóloga. No porque esté loco o atraviese una terrible crisis existencial. Voy con el ánimo de estar mejor. Prevenir cualquier cosa.

Con la muerte de mi padre el 6 de enero y las nuevas presiones de ser el hombre de familia para mi madre y hermanos, temí caer en depresión o estrés. Aparte a esto, está mi vida amorosa.

Nunca fue buena y deseo que lo sea. Siempre creí trabajar en ello en la mejor manera. Una cosa odio de mencionar mi vida amorosa. Todo mundo tiene una respuesta, casi siempre la misma. "Espera, deja de buscar, sé paciente y encontrarás". Hasta cierto punto, respeté esa forma de pensar con los peores resultados.

Ir con la doctora me ayudó a estar bien desde el primer día. Fue distinto hablar con una persona inteligente que no te va a dar consejos apasionados como muchos amigos, o distinto a muchos otros amigos, sabes no se quedará callada.

Y de entre todo lo que le dije me dio mucho gusto poder decir: Tengo ganas de casarme.

Las reacciones de la gente a tal frase son odiosas. Puedo decir, quiero una casa en la playa, quiero un ferrari, quiero viajar a la luna... pero es cuando digo: quiero casarme, que se les desencaja el rostro.

Es la verdad, quiero casarme. Quiero un día encontrar a alguien que esté dispuesta a tener un compromiso formal y que lo inexorable de nuestro amor y su evolución juntos nos lleve al altar; aunque suene cursi.

Ahora, mi humilde opinión siempre fue que, es algo por lo que se trabaja. Así como la casa en la playa, el ferrari, el viaje a la luna... es algo que no te encuentras tirado. Pensé que el mundo estaría de acuerdo en eso.

Conoces a alguien, la invitas a salir, le dejas claras tus intenciones románticas, ves si son compatibles, salen, se conocen, se enamoran, comparten la vida juntos hasta que llega el día en que no quisieran pasar un día más de la vida sin ti.

Así de simple era.

Simple, pero no sencillo.

Hay muchas mujeres que no están interesadas en una relación que pueda lidiar a un compromiso más grande. Son las llamadas... novias.

No quiero una novia. Estoy buscando a la que puede ser mi mujer.

No quiero una nieve el fin de semana, una ida al antro, una película en el cine. Quiero todo. Quiero vivirlo todo con la persona que esté dispuesta a salir conmigo. Quiero saber que esa persona tiene un deseo enorme de arriesgarlo todo por un hombre. Quiero una mujer madura que pueda lidiar con el riesgo de enamorarse y terminar vestida de blanco en una iglesia o la playa o el lugar que le parezca el ideal para casarse.

No quiere decir que le pediré matrimonio el primer día, o el segundo o el tercero, no. Quiero decir que al menos no voy a tener una novia que no piensa llevar la relación a más, o que planea irse a estudiar a la República Checa en un año. No quiero perder mi tiempo en eso.

Para llegar a eso que quiero, se necesitan muchas más cosas de las que jamás me había imaginado. No sólo es no andar coqueteando con gente que no vale la pena, no sólo no es empezar relaciones que no llevan a nada, no sólo es estar bien, ser buen paquete y ofrecer un hombre de bien para el futuro... es hacer las cosas correctas con la dama indicada. Enamorarla cada día, claro, seducirla, encontrar una relación orgánica y comprometida, sí; pero hay detallitos que cuentan mucho, que espero ustedes descubran como me ha tocado descubrir a mí.

Quiero casarme, es la verdad.

Y ojalá haya en el mundo una mujer lo suficiente madura como para no asustarse con semejante frase. Una frase que para mí representa una de las cosas más bellas del mundo.

Vivir la vida con un gran amor, por siempre... no puedo esperar.

Idilio

-... porque Dios hizo del barro al hombre mas quizá de unos guijarros la cabeza...- dijo él con voz flemática.
-¿Por qué dices eso, Willhelm? -le dijo Isadora que entraba cargada de cosas a la habitación-.
-Tonterías... no hagas caso....

Y titubeó antes de ver a los profundos ojos de ella sostenidos en los suyos.

-¿Crees que el hombre conoce eso, Iss? La esencia más pura de su interior.

Le decía tras el umbral que creaba su apagada pipa, en los muros por los ojos absorbido.

-No lo creo; alguno ni siquiera ha de pensar en ello -dijo ella mientras recogía la ropa que estaba sobre la mecedora-.
-Y morirá sin saberlo.
-Y eso es malo.
-Ya no sé. ¿Qué puedo decir que no hayan dicho antes? ¿Que la vida es la misma en las manos del pequeño más puro que en las otras ensangrentadas de quien la arranca por la fuerza?
-Están los buenos y los malos.
-Quizá sea así; pero juzgar así funciona en los cuentos de hadas... en la Biblia. Ser malo, ser bueno, todo eso sólo funciona con un Dios ¿y si no lo hubiera?
-Escogimos creerlo.
-Así es, lo escogimos, no es natural. Quizá al primero de los ancestros, no a nosotros. ¿Quién nos dirá la verdad? ¿Por qué la esperamos?
-Uno cree porque le hace bien creer, la verdad es la que creamos.
-Exacto; porque aquí nacimos. Bien sería Buda de estar al oriente.
-Y sería bueno.
-¡Y ser bueno sería distinto!
-La moral.
-... sí, la moral...
-Aún los que no se dicen de una religión, creen en algo. Su vida diaria, sus anhelos. A veces será un auto nuevo, a veces que sus hijos coman y sonrían cada día y viven así su vida. Eres bueno, mientras seas bueno para la mayoría... y viceversa.
-Debería ser más sencillo que eso -dijo Willhelm pensativo-.
-¿Así que crees en Dios? -le dijo en un tono burlesco apenas reconocible por él-.
-No lo sé, me gusta la idea, me molesta a la vez. Si existe, ¿por qué no viene y nos deja amarlo por sus ojos? Si no... ¿qué le ofrecemos al asesino?
-¿Felicidad?
-¿Lo amarías?
-Quizá.

Willhelm dibujó una pequeña sonrisa y agarrando aire entre los dientes como hacía cada vez que diría algo en lo que cree firmemente, se acercó a Isadora a quien tomó por los hombros en un pequeño abrazo, fijo en la ventana hacia la calle.

-Así de sencilla debia ser la vida. Un hombre, un mundo y unas ganas de respirar de tu aliento. ¿Te he dicho que te amo? -dijo mirándola fijamente-.
-No el día de hoy -dijo ella retirándose con fingido desdén-.
-¿Y que soy un idiota?
-Ofendes mi intelecto.
-Tenía un discurso... lo has arruinado.

Isadora sólo sonrió y soltando las cosas, cayó en brazos de Willhelm.

-Te amo.
-Te amo, Iss.

miércoles, 16 de mayo de 2007

Hasta nunca

Sólo diré adiós... sabes que es lo mejor.

domingo, 13 de mayo de 2007

Chispas II

Qué poco y tan desnudo yo he nacido.
Apenas tu risa, apenas tu llanto,
termina otro llanto y el fin del mundo.

viernes, 11 de mayo de 2007

Ampollitas

Tengo una ampollita en la boca, creo que una de esas llamadas "Aftas". No sé qué enfermedad tuve, pero su última consecuencia fue ésta.

Ahora, si Dios me odia, no sé por qué no me lo dice de frente, en lugar de estarme mandando mensajitos sutiles pero más que contundentes.

Qué horror.

Hay dolores más grandes, estoy de acuerdo, que los hombres somos muy chillones... quizá. Sólo sé que esto desencadena una serie de malestares que son molestísimos.

Me duele, lo cual ya es grave. Duele constantemente, duele sin cesar, duele como si un maldito mosquito me picara incesantemente por horas y horas y horas y horas.

Me pone de mal humor.

No sólo duele, provoca que uno esté tentándose con la lengua el área lesionada, lo cual sólo me produce más dolor, pero más ganas de estarme tocando con la lengua el área lesionada, ja. El cuento de nunca acabar.

Me pone de mal humor.

No sólo duele y me provoca tentarme con la lengua, no me deja hablar bien, lo cual hace que esté callado cuando quizá necesitaría conversar con mi gente para no estar de mal humor.

Me pone de mal humor.

No sólo me duele, me provoca tentarme y me tiene bajo un voto de silencio obligado, ¡no me deja comer! Entonces sí me encabrono y me pongo de mal humor; pero de malísimo humor.

Por eso esta noche mejor me voy a dormir temprano. He tenido más lindas pesadillas.

Adiós.

Jess


La gente no entiende, Jess. No nos entendería aún si pasáramos la vida tratando de explicarlo. Quizá la misma definición escapa a nuestras mentes; pero es una verdad tan clara en nuestros corazones.

Hoy dices hasta luego. Te voy a extrañar. Te vas de mí, me voy de ti, pero no tan lejos que no pueda volver a verte. Pensaré en ti todos los días de mi vida. Estarás como lo más grande, hermoso y complicado de ella por mucho mucho tiempo. Quízá por siempre.

Te adoro con el alma. Es la verdad.

No sé qué depara el futuro. No sé dónde estaré mañana o si sabrás el camino de vuelta de ese lugar a donde vas; pero sé que estarás bien. Sé que un día nos vamos a encontrar, como siempre, y todo estará bien de nuevo.

Hasta luego, Jess. Cuídate mucho, que yo lo haré. No me perdería de tu vida, de lo que puede ser el espectáculo más grande del mundo :) Lo digo de corazón.

jueves, 10 de mayo de 2007

Un buen baño, un ¿buen? chiste y a dormir.


Hay una conferencia de puntos. De pronto, a mitad de la reunión, entra un asterisco apresurado. Sudado, desfajado, buscando lugar desesperado. Todos los puntos voltean y no pueden si no verlo consternados. El asterisco, algo apenado, voltea y sólo atina a decir:

-Perdón, se me hizo tarde. Ni tiempo de peinarme.

¡A la madre!

A ti que todo lo vales, madre
te pido este día me des, madre,
no habiendo persona tan pura, madre
tan pura como tú, madre.

Cualquier albricia será poca, madre
que el sueño jamás se nos pinche, madre
de ser felices por siempre que, madre
estemos juntos sin disputa, madre.

Te amo.


Para tu madre, wey.

Chispas

Apaguen los faroles que la luz se descarrila.
Ha nacido una niña.


Para Cirantis.

Camila (Fragmento)

La plaza principal está vacía y el quiosco, antes su mejor adorno, ya se escapa de a poco con las hojas de los árboles caídos. Ya no hay fiestas ni barullos, sólo un calor de los mil demonios y en poco tiempo duele el oído de tanto silencio, de ese sonido que alargado al infinito no nos quiere decir que estamos sordos. El viento es nuevo, de otros pueblos, el polvo no; ése ya habita cada una de las casas, en sus baños, azoteas, en pequeños remolinos por doquier pintándolas de café cuando antes no soltarían el blanco. Al fondo, por la calle principal, se alcanza a ver la hacienda de los Aguilar, los dueños de pueblo; montada en la colina como en antaño, cuando la cerca se sentía de almenas y los vaqueros de armada real; ahora es sólo un bulto negro en el monte que opaca el horizonte con su aspecto tenebroso. Ya nadie anda por ahí, sólo el río y sus peces, sólo los árboles que crecen sin rienda llenos de frutos que caen al suelo y vuelven a subir trepados de las raíces. Los días contados se han ido y no queda un alma por el lugar. Si cierras los ojos muy fuerte ya es noche en el pueblo y puedes soñar que se ve igual. Ya tarde, cuando los ruidos salen a pasear, se escuchan los golpeteos de pueblo viejo, salen a asustar, con un amén dirías que es el vecino, guardándote el valor en el bolsillo un rato más. Hay voces, animales y una continua charla se oye por ahí, apagada, escondida, como queriendo contar secreto. Ahí se oye, viene de allá. Damos la vuelta al quiosco y tratamos de distinguir lado. Fue por allá. Unos tacones apurados, una voz suave, ansiosa. ¿Qué fue eso, el viento? ¿Una puerta vencida de tanto esperar?

Por aquella calle, la segunda, casi en la esquina, hay dos troncos enormes que se elevan delgados por encima de los techos, flacos, patizambos, con las hojas untadas al cuerpo como después de bañar. Justo en el medio, entre los dos, se ve el arco de entrada y nada más allá. Ladrillos caídos forman la alfombra roja que da la bienvenida sin huellas en derredor. Adentro las columnas de madera aguantan como pocos mientras por la placita interior mueren los arbustos. No hay pintura ya y los nervios rechinan con un leve quejido que nos recuerda qué era lo que seguíamos. El ruido aumenta, una voz, una mecedora, un recuerdo que tan bien se agarra de la mano de las penas. "¿Dónde andas, Chona? ¿Dónde te metiste? No sucede nada, Chona, fue culpa del diablo". Uno se arma de valor y se asoma tras la puerta sin abrir los ojos cuando se tiene la certeza de que hay alguien ahí, para salir corriendo despavorido y no volver jamás.

-Ay, mis hijos, Chonita. Cuando más hay que quererlos es cuando más me faltan las fuerzas. Me duermo en sus sueños y de pronto estoy donde mismo, sin su blanca pielcita suave que me enternece, cuando apenas son sonrojados y sollozan a destajo, y se van a enamorar...

Entonces es que extraño, Chona; extraño tanto como el cielo extraña a la tierra antes de en una gota de tormenta empezar a llorarlo. Me da mucho miedo estar sola, tan sola entre aquellos que vienen y van; no se detendrían siquiera un instante frente a esta vieja, triste y demacrada cara en la ventana, no vaya a ser que brille y jamás puedan olvidarla, porque... ¿quién cargaría con mi cuerpo cuando muera? Nadie, Chona, ni tú... ni tú que vienes a visitarme. Bien que sé cómo venías a hurtadillas cada día, asomándote a mi cuarto para ver si había muerto y en un gesto de resignación ver que no era así. Viva en un día más que quizá tú no pudiste soportar como yo hago. Entonces es mejor morirse...

Pero Dios se lleva a los buenos y a los malos, Chona, no a nosotros, no a nosotros que hacemos apenas lo suficiente para vivr; sólo a nuestros hijos cuando están tan nuevos en nuestras manos, sólo nos desgarran arrancándonos en fragmentos el alma. En aquellos cabellos dorados del Juancito que tanto extraño y aún guardo bajo el colchón, en esos pantalones rayados y tan grandes del Francisco en el suelo, en esa ventana repleta de día hasta el infinito, en todo eso que me gustaría ver de nuevo y en costumbre renegar. Todo eso se lo lleva sin más y aquí estoy, sola.

Así, Chona. Tú te fuiste, no quisiste decirlo pero te fuiste mucho antes de que fueras tan solo un rumor; desde que tu Isabelita no brincaba por los arrabales, desde que Los Altos se quedaron sin niños, sin todos esos que te venían con tu bebé, sin tu razón de ser. Y sí, yo sé que duele,y podrías no llorar pa no desatar nudo y se pierde de a poco la vida y no mueres, y el señor te refiere el corazón...

Yo te extraño, Chona, harto. Sepamos que fue el diablo y empecemos de nuevo. A extrañar a los niños, a tus hijos, para hacer uno más, ¿por qué no? Que el señor nos quita pero nos da pa más... extraña, Chona, extraña tanto como yo y vente pal pueblo... yo ya puse el café.

Felicidades, madres

Felicidades, mamá, felicidades, hermana, felicidades, amiga, felicidades, tía, felicidades, abuelita. Felicidades a todas las madres que están o estuvieron con nosotros :) gracias por todo.

¿Qué más puedo decir que no se haya dicho? ¿Juliturpetifwengbergershoplulyqamxuviñuti? Algo así...

miércoles, 9 de mayo de 2007

Había una edad


Había una edad donde todo era fácil, siempre decimos. Donde no había preocupaciones, estrés, corazones rotos y todo se curaba con un beso de mámá. Todo era aprender y divertirnos. Sentir, vivir, hacer lo que nos fascinaba todos los días. Estoy de acuerdo. Pero también recuerdo un pequeño detalle que no todos comentan. Recuerdo que no encontraba las galletas, o no las alcanzaba, recuerdo que llegaba la noche y tenía que volver a casa sin importar cuán divertido estaba. Recuerdo que todo dolía como nuevo y lo único que podía hacer era sentarme a llorar. Como cuando mi padre se iba o mi mamá me dejaba en algún lugar. Recuerdo que había un monstruo bajo mi cama y lo peor del mundo era la oscuridad. Bien recuerdo estar en un lugar extraño, con gente extraña, queriendo volver a casa, y ver a mi madre y mi padre divertidos, repitiendo una y otra vez que nos iríamos en un rato. Recuerdo odiar la escuela y tener que ir a ella todos los días de mi vida hasta ser adulto.

Ahora, puedo comprar las galletas que quiera, cuando quiera y comerlas a montones, hasta que se me hinche la panza. Ahora puedo no volver a casa en meses, sin importar la noche, y todo está bien. Ahora tengo más experiencia y ya no lloro cuando mi perro muere o mamá me deja solo o cuando extraño a papá. No le temo a la oscuridad y si hay alguien bajo la cama nomás le doy con mi bate de aluminio en la cabeza. No tengo por qué ir a la escuela si no quiero y al final del día, cuando estoy cansado, aburrido o con ganas de sentirme bien, lo único que tengo que hacer es volver a casa.

Ser niño es maravilloso, ser adulto lo es. Ser.

Encuentro que no entiendo a la gente que dice que no quisiera volver a ser niña otra vez. ¿Por qué no? Deseamos escuchar las mismas canciones toda la vida. Deseamos vestir de nuestro color favorito por siempre. Deseamos encontrar el amor en alguien que comparta su vida con la nuestra por la eternidad. ¿Por qué no ser niño de nuevo? ¿Por qué no recordar o incluso volver a empezar?

Quizá sea imposible. Quizá nunca vuelva a suceder; pero cada noche, cuando estoy en casa y tengo ganas de dormir, cierro los ojos muy fuerte y pido despertar al día siguiente y ser niño de nuevo, aunque sea por un día, para sentir todo nuevo, para sentir que he vuelto a empezar. Correr a la cama de mis padres y meterme entre sus sábanas, ver cuán grande es mi padre y cuánto quiero a mi mamá, salir a jugar todo el día, para volver antes de que oscurezca y no quiera entrar al cuarto a encontrar algo que me asuste. Ojalá sucediera de vez en cuando, en ésta o la vida siguiente, no por traumas o miedos, no por ganas de renunciar; por placer. Que si me compro galletas para disfrutar, quizá sólo quiero volver a ser niño para volverte a encontrar.

martes, 8 de mayo de 2007

Otoñal

Qué silencio que me llena, tan plagado de ortigas,
que en una espina despierta y en otra al hablar suspira.

Cuando los bosques de aquella pasión postrera
bruñen los oros en el recuerdo
de aquel valle primaveral que viste,
ay, tan triste,
su ropaje de entierro.


Para ti.

Capítulo 7


Respiras profundo sobre mi almohada. Viaja con mis dedos el secreto que te cuento en el roce de tu piel. Sonríes. Así haces cuando juegas a dormir, cuando jugamos a decirnos las cosas a medias para luego gritarlo a voces cuando estamos a solas, como esta vez. Beso tus labios, apenas lo justo para sentir el chispazo cuántico de nuestras cargas al unirse en el vacío. Cargas melancólicas, cargas que recorren el canal de tu espalda y afinan los acordes de tus vellos crispados. Una canción que conocemos. No hace falta encender la luz, bastan tus ojos. Carbúnculos en fuego verde, ardor de luna ensimismada y en ellos yo, entre esquirlas de una efigie rota por tu cuerpo.

Te digo un secreto: Un roce de piel, un beso. Cuando por mirar tu cuerpo detenidamente se escucha a tientas el terso clamor del murmullo bajando por tus cuestas. La tenue voz del sentimiento encendido y así contenido por un rencor de palabras en desuso. Celosas, posesivas, palabras de lo ordinario que mueren justo ahí; en el milagro de tus senos. Cuando jadeas inocente porque encontré una nueva sensación que todo lo convierte y me miras de reojo, en el suspiro de un nocturno fabricado detrás de las cortinas. Cuando juegas a ser noche y te pierdes por doquier y juegas a dormir mientras te escondes y te vistes de sábanas blancas, abrazos, te disfrazas de calor y cansancio. Cerrando los ojos muy fuerte, trayendo un tumulto de emociones al crisol de tu sílaba exquisita: sí. Moriría de ser otra. Moriría de no encontrar tus labios al final. Cuando agotadas las ansias sólo escucho respiras profundo en mi almohada y sigo el murmullo, el clamor, la voz de los secretos contados por tu piel y nos fundimos en un beso. En ese chispazo eléctrico que nos une en el espacio cuántico de nuestra existencia. Un instante nada más, por lo infinito.


Tuyo Jess.

lunes, 7 de mayo de 2007

¡Felicidades, Mitzi!

"Te vi pasar, te felicité, te pregunté si harías algo, dijste no... pregunté si no harías nada... dijiste no. Pregunté si no tenías planes de nada nada hoy... Dijiste una vez más... no. Te pregunté si querías ir a cenar conmigo... dijiste tengo planes.

Ahora, quizá sea yo, pero eso pregunté. Quizá sólo intentabas decir... No tengo ningún plan al que te pueda invitar. Entiendo.

Felicidades, que cumplas muchos más y espero un día de estos tengas planes conmigo. Besos."

Cumple 27 añotes.

domingo, 6 de mayo de 2007

Amanecer

Callado, beso anhelante,
escrutando en tu vacío,
bullendo este latir mío
mas congelando al instante.

Eres de mis sueños dama,
como la bruñida estrella
que carcome el cielo en ella
y en fulgor se le derrama.

Toda tú formas mi espacio
y no eres más que un suspiro
que va llenando el empíreo
y ya eres día... despacio.

sábado, 5 de mayo de 2007

Es el calor

Siempre hay sol por estos lugares, uno se ve entre las cejas apretadas y apura las palabras como queriendo hallarles sombra. Los días son largos cuando se trabaja bajo él, no se apura el paso. Ni se intenta. La vida pasa lentamente, como guardándose los momentos para cuando se vuelve a casa a tirarse entre la sombra, hasta que podemos ver en la oscuridad y caer dormidos.

-Que encontraron otro muerto -dice uno de los albañiles entre sonrisas pícaras.
-Sí, dicen que andaba con los del Chapo - contesta otro experto en el tema. Luego suelta una retahíla que no se acaba hasta que estallan todos en carcajadas.

Acá no se respeta a la muerte, sino a los que la traen en carretadas.

Han pasado cinco horas ya, los trabajadores están comiendo a la misma hora de cada día. Puntualidad suiza. Apenas es medio día.

-Qué maldito calor, Antonio -le digo a mi amigo de siempre.
-¿Qué? -me dice apretando las cejas, como todos. Como si se agudizara el oído cuando uno se seca las gotas de sudor entre ellas.
-Que qué maldito calor.
-El peor.
-Será por eso que el diablo encontró vecindad por estos lares -le digo poniendo cara crítica. Siempre sé cuando me entiende.
-Ya no nos asusta, ¿verdad?
-Otro muerto y la ciudad sigue creciendo como si se fuera a mudar China.
-Sí, estamos como locos. No saben que el dinero es del que ya lo tiene.
-¿No nos estarán vendiendo sacos de coca en vez de cal?

Suelta la risa. No hay más que decir por estos lugares, el calor nos amansa, nos vuelve tontos. Cualquiera hubiera corrido a buscar otro espacio pero somos demasiado culichis. Nos ponemos el sombrero y nos vamos a la disco, nos bajamos de un BMW y la mitad apenas si oyó hablar de Alemania. Hitler, guerra mundial... futbol.

Allá viene el Chema. Seguro se ha enterado de algo más. Los albañiles se preparan para trabajar de nuevo, recelosos, se ven unos a otros como preparándose para oír las malas nuevas. Ni tan malas. Nos dará de qué hablar. En este sol ya nadie inventa plática, sólo nos queda hacer el trabajo y hablar de otros, aunque ya no estén.

-Era un gatillero -dice.

Se desvanece rápido el interés. Pienso en qué buenos trabajadores tengo, pero sé que no es eso. Ellos son los malos a fin de cuentas, los que matan. Uno menos, qué mejor. Pero no se acuerdan de que son hijos de alguien, que no conocen de otra vida. Que desde chiquitos había dos opciones, ser el que manda o el que obedece. Porque hasta los gatilleros mandan, al campesino, al que pide prestado, al que les tiene miedo porque su familia es primero. Y habemos unos filósofos que pensamos que el mal está mal y que nos podrán doblar las manos pero jamás el espíritu. Que debemos estudiar y salir adelante a la buena... Y nunca han tenido una pistola en la nuca o encontrado a su hijo muerto en un canal vecino. Ellos son los malos.

Son las 2 de la tarde y ya no se aguanta el sol. De súbito todos somos máquinas y por instinto terminamos el trabajo. Las palabras se evaporan apenas se asoman a la lengua. Una ampolla, dos, y la garganta llena de tierra. Ya hasta las lágrimas saben a gloria en los labios resecos y no nos acordamos de que la vida es bella y hacemos esto para volver a casa satisfechos de criar hijos.

-Buen trabajo, Luis -me dice mi amigo de siempre, mientras levanta el polvo de mi hombro en una palmada, para quitarse el sombrero y sentarse donde sea.
-Ya casi.

E inevitablemente le pregunto:

-Total... ¿quién era?
-No sé, ya sabes cómo son estos cabrones, la mitad es mentira y la otra mitad son las viejas con las que se acuestan.
-La otra mentira.
-Ojalá se acuesten con todas las que dicen, por su diversión.

El polvo se mete entre todas las rendijas y uno ansía respirar aire de verdad, no el lodo que nos queda.

-¿Qué dice el Chema? -sigo.
-No sé, que era hijo de alguien.
-Describió a unos cuantos.
-De alguien conocido pues.
-Son más de cien albañiles, alguien lo iba a conocer.
-Falta uno para entrar en el promedio.
-Por ahi debe de andar, nomás espérate.

De pronto se hace un barullo, el viento empieza a soplar y el remolino de polvo es de los albañiles que se empiezan a reunir, amontonados. La vida en cámara lenta.

-El segundo.

Llegamos hasta donde están todos y vemos al Chema corriendo y gritando como desesperado. Todos sabemos lo que acaba de pasar. Nos guardamos la mirada. No me atrevería a ver al padre a los ojos, ¿porque después qué? Quizá hasta tuviera que abrazarlo y pasarme la noche en el velorio ¿Y si la matanza aún no acaba? Dios guarde.

Maldito calor, todo pasa más lento, ahí viene el Chema y no se acerca. Una gota de sudor, dos, tres, ya son arroyos por las caras. Me mezclo entre todos y no se distinguen caras entre la tierra. Nadie platica, será que se evaporan las palabras o los pésames no se dan por anticipado. Apúrate, Chema, que me derrito.

-Es el niño... es tu hijo, José... -dice al fin-. ¡Es el Juanchito!

Se deshace rápido la bola. Allá van corriendo con José unos cuantos que son sus amigos. Yo lo conozco sólo un poco. Es buena persona, ya está grande, tiene varios hijos con qué reponer al que se le ha ido. Nadie se molesta en hablarle a la policía. Los trabajadores agarran sus herramientas y las guardan en sus morrales. Se alejan en grupos de tres, de cinco. Platican de narcos y balaceras. Cuentan los muertos que les ha tocado sobrevivir y familiares perdidos. Lo último que escucho es una carcajada.

Antonio me ve a lo lejos, sentado con su sombrero en las manos. La desgracia se le escurre por los ánimos idos.

-Otro, caray.
-Mañana terminamos.
-Sí, ya veremos.

Es el maldito calor, nos amansa, nos tiene como locos. Me pongo el sombrero y me subo al auto. Es hora de ir a casa, en 30 años será toda mía. Me encojo en hombros. Que Dios nos tenga en su santa gloria.


Para mi amado Culiacán.

[sic]

Estoy enfermo. No quiero hablar de ella.

Esta noche me siento mal.
Ni siquiera puedo hablar.
No de ella.


Estoy enfermo. De ella no quiero hablar.

Esta noche no puedo hablar.
Ni siquiera de ella.
Me siento mal.


Estoy enfermo de ella. No quiero hablar.

Esta noche. De ella.
No puedo hablar.
Ni siquiera me siento mal.

jueves, 3 de mayo de 2007

Guardo Silencio

Guardo silencio, sin saber dónde ponerlo.
Recorro tu espalda en la memoria y lo dejo ahí;
detrás de tu oído,
envuelto en calor y una leve sensación de cosquilleo.
Por tu espalda, el camino incesante; de mil cuchicheos, de mil secretos,
persiguiendo una vastedad de suelo en apenas aquel que se escapa a las pisadas.
Buscando por el suelo, de mil secretos, de vastedad de un mil de mil pisadas.
Te doy forma en cada rostro anónimo de avistamientos inconclusos,
te doy la forma del candor y del pecado.
Te doy forma en el candor de saber que no hay pecado alguno que se deseé después de ti.
Quizá aquel de la estática
–no la pereza-;
la inmutable infinidad de tu presencia,
del retrato, del paisaje perenne, de la cíclica fluidez de tu recuerdo suspendido en mi mente, que se revive en cada uno mis sentidos una y otra vez.
En el tiempo inmarcesible que sobrevive a todo;
quedando el tiempo por siempre… estático.
Cuando recorro en secreto la memoria de tu espalda y guardo silencio,
sin saber dónde ponerlo.


En ocasiones se escribe el poema perfecto para alguien.
En otras ocasiones, se escribe un poema, y después, quizá años después, se encuentra a la persona perfecta para él.

Para Marisela.

Los Solitarios

En el vigésimo primer día del año nuevo es que salen a pasear. No llegan entre las luces y cánticos de volátil moral de días pasados. Su perfil se ajusta mejor al de viajeros de antaño, aquel que reconoces en el horizonte únicamente, cuando ha llegado y cuando se va. La misma cosmogonía de los dioses los hizo distintos. Bañados en leche materna, un blanco les opaca los ojos y los avienta al último lugar de la fila, sin hablar. Bien formados, no evolucionan, no van a más y pasan sus días ansiosos de saber qué hay más allá pues no hay quien que pueda contener su mirada pesada y viscosa untándose por todo el cuerpo. Salen a pasear y en ceremonioso desfile, investidos de viejas costumbres y olores a mundo, llaman la atención del distinto, un instante nada más, el necesario para no extrañarlos por el resto de los días. Nadie sabe a qué vienen, nadie sabe a dónde van; pero se les acepta, como se aceptan las multitudes, el dolor y las ganas de llorar. Cuenta la leyenda que se les puede llamar un día más, uno a la vez, y nadie sabe cuántos vendrán. Y cuando llegan caminan lenta, pausadamente, con cierto deleite en cada paso. No perteneciendo a un lugar, disfrutan cada aroma nuevo, cada singular visión, alejándose únicamente de la gente, y sólo para evitarles el estigma de sus ojos y dejarlos tranquilos en su paz. Se pasean como nuevos. Murmuran las palabras, palabras tan viejas como sus mismos creadores, que repiten una y otra vez, formando así un lenguaje distinto, lleno de recovecos, vueltas sin fin y un significado distinto. Así la gente que los oye hablar, reacciona con displicencia, quizá un poco de diversión desinteresada, lo que para ellos es una conversación más rica y llena de matices que cualquier aquella que pudiera venir de sus bocas desmesuradas. Van y se pierden con el mundo, se borran de las mentes, van y viven lo que un día, van y descansan en un lugar fortuito donde sus cenizas se llenan de tierra, se funden con el agua, se trepan a las raíces y desde lo alto florecen con el cielo, listos para morir. Y lloran savia, ese lechoso mirar que los acompaña, y sufren su partida con cánticos distintos a los de días pasados, esta vez se escucha como el viento de un lugar lejano, un lugar tan lejano que aún sin conocer, sabes vas a extrañar. Quién ha dicho que no muere lo que no pudo existir.

Yo los he visto antes, los he visto llegar, y quizá alguna vez, los seguí con la mirada hasta perderlos en la multitud y no volverlos a pensar. Lucían como ahora y el aire que se desliza entre su vestimenta me recuerda a una melodía que creo conocer. No recuerdo que sonreían como hoy o que su lenguaje tenía tanto sentido. Lo que sí recuerdo es que llegaron en multitudes de veinte, después veintiuno y hoy esperaba veintidós. La gente los llama Los Solitarios; yo sólo los llamo cuando tengo ganas de abrazar.

Para mí.

Abuelo

Era muy pequeño para entender al mundo, pero bien que entendí esas palabras, tanto que pensé años después aún tintineaban por el cuarto en vez de arrullo: “No digas adiós, hijo, el que lo merece no lo quiere… en los demás no importa”. Con los ojos fijos al sol, de piel dorada, eras mi abuelo y luego los dioses. Jamás dudé de tu sabiduría y sellada con la picazón de un beso barbiluengo seguí feliz guardándome las palabras, guardándote en tu pedestal de frazadas y olor a viejito y tequila. No había hombre más fuerte y divertido; payaso y juez… y luego payaso en una afelpada carcajada.

Seguimos creciendo, me estiraba lo que te encogías, te arrugabas, y cuando una mañana te dijeron adiós al oído, viejo, te quedaste callado. Sonrió como sólo ella sabía, con la tierna complicidad de un lenguaje que viene de más allá que las palabras y se fue… Sólo te sentaste hasta la noche mirando al suelo de la mano de tu amada. Me paré junto a ti durante el entierro y mi henchido orgullo por tu áspera mano entre mis cabellos, me sujetó las lágrimas al alma no dejándolas escapar.

Qué felices éramos, abuelo, de poder dejar ir sin reclamar trono. La vida no es de los que se quedan, me decías, sino de los que se van orgullosos de irte a presumir al cielo. Quería llevarme a tu abuela, y te llevaré a ti.

Por eso no hacía falta un adiós, ¿verdad, abuelo?

Pero entonces despertabas de noche acalorado, con los ojos desorbitados y sudando a mares. “Natalia… Natalia” susurrabas mientras yo cerraba los ojos más fuerte, como queriendo apagar los oídos.

Te hiciste lento y esa descomunal fuerza de antaño se vertía luego como arroyos por mis ganados bríos. Crecí muy rápido para ti y sólo me soportabas unos minutos en el regazo. Volteabas la mirada y te ibas al jardín, a la hamaca, y dormitabas por horas.

Crecimos aparte. Las clases empezaban muy lejos y tuve que adelantar la cama. Me fui con mi tía Isabel y el Rogelio, como le decías, y sólo podía regresar un fin de semana al mes. Cada vez era lo mismo, tú, la hamaca y el viento que era el que más hablaba. Se te iluminaban los ojos al verme pero luego los perdías en la continuación de un sueño que no podías terminar. Sabía lo que pasaba y sólo pude decir que siempre supe que te fuiste soñando, mi viejo. Cuando una mañana de escuela llamaron y ya sabía lo que habría de ser.

Te enterramos con la abuela. Cajón en oro y plata; el color de los dioses que envejecen y se van a reclamar trono… y te fuiste, viejo. Te llevaste el dolor en los claveles y las violetas y estoico, te hice orgulloso al no derramar una lágrima en mi discurso final. Llevándome tus filosofías a la boca… jamás dije adiós.

Prefiero recordar nuestros momentos previos. Cuando llenabas de recuerdos el baúl que guardo bajo la cama. Cuando me despertabas para llevarme al salón, cuando paseábamos por las colonias haciéndome de nuevos nombres y padrinos; detalles que pagaban bien en días de fiesta, halloween o navidad. Todas esas pizcas de mundo roídas por mis porfiados intentos, cuando me cargabas al mundo y estando tan alto quise ser tú; y hoy que me llaman señor, no te veo.

¿Qué me dirías ahora, viejo? ¿Qué estarás diciendo de mí en el cielo? A veces me da miedo volver a verte y oculto mi vergüenza en viejas costumbres. Cuando lleno un nuevo baúl junto al tuyo y creo mis nuevas filosofías; cuando voy de la mano de un niño y siento que eres tú que has vuelto y me miras de reojo… Cuando despierto por las noches acalorado, con los ojos fuera de órbita y sudando a mares; susurrando unas cuantas palabras. Pensando después en mil cosas que pudieran haber pasado…

Será que la abuela lo pidió aquel día y no supiste qué decir, será que te lo dije yo antes de tiempo; cuando calló el viento mientras te escondías en tu hamaca y ahí te dije adiós… aunque sea con la mirada.

El sexo, cosa maravillosa

Así es, qué cosa tan maravillosa es el sexo. Me pregunto, ¿quién lo tendrá? Yo no, eso está bastante claro.

Qué larga y tortuosa es la búsqueda del sexo, al menos, en la vida de su servidor. Estaba demasiado chico para pensar en esas cosas cuando tuve mi primera novia, esa que duró tres días y se fue para luego enamorarse varias veces, estar divorciada, con una hermosa bebé y vivir tras de mi casa. Ella claramente lo encontró. Luego las niñas bonitas de la escuela, una vez más, demasiado verde para poder llevar esas relaciones siquiera hasta el primer beso. Que es cuando se detenía cualquier fantasía que pudiera haber tenido al respecto. Luego, la vida adulta.

Puede uno llegar a pensar que con la vida adulta llega el sexo a borbotones; pero nunca fue así. Ya es demasiado importante para tenerse. Hay que saber si siquiera te interesa esa persona y llenar todos los requisitos es bastante difícil. "Buena onda", "trabajador", "lindo", "inteligente", "maduro", "atractivo"... qué decir. Si no logras que la muchacha que te guste te dé un beso, digamos que las probabilidades de que te dé algo más -lo demás- son prácticamente nulas.

Así, crecí con mitos e historias al respecto. Afirmando rotundamente con la cabeza y un "Claro" despreocupado siempre que llegaba la charla respecto al sexo. Claro que sí lo había tenido. Obviamente, siempre fui experto en decir esa mentira, y muchas otras, no lo voy a negar.

Pasaron los años y ya era parte de mi idiosincrasia. Era difícil ser llamado "El virgen de la colonia Guadalupe" pero al menos dejaban buenas ofrendas.

Entonces, llegó el día. Si has visto cualquier película de adolescencia precoz americana, sabrás de lo que hablo. Los incidentes y la clásica resolución. No me fue tan mal en realidad. Al menos no había la prisa y preocupación de terminar antes de que llegaran los papás. Aún cuando las probabilidades de terminar antes de que cualquier cosa pase son inversamente proporcionales a la experiencia.

Después de eso, las cosas no han sido mejores. Aún cuando tuve la fortuna de encontrar el amor y conocerlo enamorado. Eso pone a pensar en que, no importa la cantidad, si no, la calidad. Para luego desechar la idea como el conformismo de los que nada tienen.

No sé si volverá a ocurrir. Quizá ya haya sido mi última vez. Tendré lindos recuerdos al respecto. Quizá en la siguiente vida pueda ser árabe y tener un harén de 3000 mujeres. ¿Quién me dice que no?

Mientras, le diría a cualquier sacerdote... ¿Celibato? Por Dios. Ganarse a Dios es la cosa más fácil del mundo. Haz méritos, cabrón.

miércoles, 2 de mayo de 2007

Madame


Madame toma fotos bellas. Madame trabaja mucho y muy bien. Madame es linda y muy simpática. Madame es muy madura y responsable. Madame sueña y convierte esos sueños en su vida cotidiana. Madame es una persona extraordinaria. Madame es mi amiga.

Madame sonríe y llora. Madame siente todas esas cosas que se han sentido por miles de años. Madame no es perfecta. Madame a veces corre el riesgo de sentirse mal, triste. Madame a veces daña sin poder evitarlo. Madame es como tú y como yo. Madame a veces necesita un amigo, o dos, o montones de ellos. Madame sueña con ser madre, tener hijos, ser exitosa en su trabajo. Madame sueña con ser feliz. Madame es un ser humano.

Quizá madame necesita que le recordemos qué es la vida. Quizá necesita que le digamos que es un beso, un suspiro, un abrazo, una increíble anécdota, una aventura, un error, un golpe, un viaje a la playa, unas sabritas, un gato hermoso, una flor, un ex novio, una película, un sueño, un milagro, unas ganas de vivir. Quizá necesita que le recordemos que la vida no se vive sola, que nadie puede sentirse demasiado humano, pues no somos más que eso. Quizá Madame necesita saber que nadie le pide ser perfecta, que nadie lo es. Que no importa si somos recordados por una eternidad, si no tenemos un instante, aunque sea el más pequeño posible, en que nos recuerden con amor. Quizá madame necesita escucharlo y creerlo y quizá más que nada, vivirlo.

Yo te quiero, Madame. Y aún no te viera siquiera por el resto de mis días, lo que digo es verdad. Quizá estas cosas son las que deberían durar por siempre. La sonrisa, el placer. Que el dolor se va y queremos olvidarlo; y así será. Como será tu felicidad en pequeñísimos instantes regados por el resto de tus días.
Para Pill.

martes, 1 de mayo de 2007

Un mundo perfecto

Soñaba el gol del último minuto, el seis de panzaso, la última galleta, el beso de la niña más bonita de la escuela. Soñaba este mundo era de los buenos, los puro corazón y al final del cuento, el malo quedaba bañado en lodo y pasteles de crema. Soñaba que las lágrimas y los raspones se iban con un beso de mamá y que a las niñas hermosas y traviesas, sólo las regañan y las mandan a su cuarto cuando hacen mal; sólo para escapar por la ventana y el árbol de nuevo a encontrar una aventura.

Soñaba con ella, la de rodillas raspadas y sonrisa eterna. Soñaba que volvías y volvías bien, en brazos de tu padre, escuchando una larga lección de vida y a tu cuarto. Soñaba me decías fue genial y valía la pena el castigo. Y ahora tengo sueño.

Vuelve pronto, Lupe.
Vuelve bien.