jueves, 23 de agosto de 2007

Meme de new

Se lo robé a La vida simple, ja, ¿y qué?

Va:

Hay que elegir un grupo o solista musical y contestar cada pregunta con el título de sus canciones.

Grupo o solista elegido: The Beatles

¿Eres hombre o mujer? This boy
Descríbete: The fool on the hill
¿Qué sienten las personas acerca de ti? A taste of honey
¿Cómo describirías tu anterior relación sentimental? Honey, don't
Describe tu actual relación con tu novio o pretendiente: When I'm sixty-four
¿Dónde quisieras estar ahora? Back in the U.S.S.R.
¿Cómo eres respecto al amor? Eight days a week
¿Cómo es tu vida? I should've known better
¿Qué pedirías si tuvieras un sólo deseo? Lovely Rita
Escribe una cita o frase sabia: Tomorrow never knows
¿Qué amas? A day in the life
¿Qué odias? Taxman
¿Cómo eres en la cama? Your mother should know
¿Qué te gustaría ser en otra vida? Her majesty
¿Qué haría a la vida mejor? Revolution #9
Confesión: I am the walrus
Mensaje para el mundo: Happiness is a warm gun
Ahora despídete: P.S. I love you

viernes, 10 de agosto de 2007

Cartas

Hola, sé que estás ocupado y no quería importunarte con mis cosas, pero necesitaba hablar. Creo que ésta es la mejor manera. Léela cuando puedas. Yo aquí sigo.

Estoy bien. No me puedo quejar. El trabajo, la familia, todos en paz y saludables. Mi sobrino está creciendo, como todos los niños, me imagino. No quiero sonar demasiado orgulloso. Es muy lindo y aún no cumple los dos años. Mi hermana está feliz. Ella también se encuentra bien. Trabaja y ya casi paga su carro. Al que se le descompuso el carro fue a mi hermano, ahí anda medio batallando, pero ya está en el taller, al menos. Mi mamá le dio el dinero para pagarlo, sólo porque yo no estaba en el momento. Ella está bien. Abuela orgullosa. Sigue trabajando y anda muy sonriente. De hecho, se fue el fin de semana a la playa. Creo que es bueno para ella, después de todo lo ocurrido.

Murió mi papá, ¿sabes? Me imagino que sí. Ya deben haberte dicho. Me habría gustado verte en el funeral, sabes que te apreciaba, pero entiendo. La vida sigue, ¿no? Al menos para nosotros. Mi madre lo está tomando bien. Había mucha gente ahí para recordarle que es bello vivir. Aunque ahora que mi abuela estuvo enferma la vi muy preocupada y triste. Se le venía todo encima. Entonces, cuando murió, nomás se soltó llorando como si también llorara lo de mi padre. Fue un funeral pesado el de mi abuela, era señora de mucha gente. Fue difícil decir adiós a tantos nombres: Mamá, abuela, hermana, ya sabes.

Estamos bien, en verdad, y queremos estar mejor. Supe que habías cambiado de trabajo a uno mejor. Felicidades. Quise llamarte pero no me contestaron. Supongo que cambiaste de teléfono. Supe también que ya tienes otro hijo. Debes estar muy orgulloso. Ya son tres y no podían llegar a una mejor familia. Ya debe tener cuántos, ¿dos años? Algo así. Yo también cambié de trabajo, de hecho, pensé que alguna vez te vería. Trabajamos juntos en Hermosillo. Pero no te vi. Será la próxima. Ya no he practicado deportes. Me ganó la flojera. No encontraba con quien ir y al llegar, eran puros niños. Supongo que eso pasa cuando uno crece.

Tengo tiempo que no veo a los de la bola. Unos ya no viven aquí, otros simplemente ya crecieron distintos. Te los encuentras en la calle y todo lo que haces es hablar de gente que ya no está, ni para uno ni para el otro. Quedamos en llamarnos pero la verdad es que el teléfono no suena. Les he dejado recados en casa pero no vuelven a llamar. Han de estar ocupados. O nomás les ganó la nueva vida, y prefieren estar allá. Ni qué hacer. Yo no consigo novia ni yendo a bailar a Chalma, ya sabes. Soy muy difícil para eso de las mujeres. Que si grita mucho, que si no sabe qué es el mischmetal, cosas así. El problema es que uno sale y le ven a uno cara de sangrón cuando uno no lo es tanto pues. Pero bueno, ni hablar.

Yo también me mudé hace tiempo. Por ahí vivo, a 4 casas de la tuya. Me imagino que a estas alturas ya te debes haber enterado, ya llevo seis meses ahí. A veces, cuando llego del trabajo, me asomo a ver si te veo. Incluso conocí a tu esposa. Es muy linda, debo decir, y el niño ha sacado tu cabello. Pregunto por ti y me dicen que llegas muy tarde y muy cansado como para hacer festejos. Lo entiendo, así debe ser trabajar y tener una familia grande como la tuya. Sólo espero un día se den la vuelta por acá. Mi casa está muy grande y muy vacía y a veces me encuentro tratando de llenarla de mis charlas al techo y de amigos que no van, lo cual me parece una lástima, ya que bien que cabrían las visitas en una carne asada, como las que solíamos hacer en la casa de mi madre. Incluso vi la que organizaste, supe que bautizaron a los niños. Aún recuerdo como decías que yo iba a ser padrino, pero supongo que la vida cambia, y tu mamá debe haberte convencido de que fuera otro y no yo que ni me he casado. Ya será si tienes cuatro. Incluso les dejé el regalo en la puerta de entrada, espero lo hayan recibido.

Bueno, la carta se ha hecho ya muy larga, me dejé llevar un poco. Tenemos rato sin hablar. En realidad lo que quería decirte es que, quizá me vaya lejos, fuera del país. Hay una gran oportunidad de trabajo en Alemania y puede que la tome. Será muy difícil volver y cuando vuelva pues, sé que quizá me pase el tiempo con mi familia. Será difícil verte. Espero me disculpes por ello pero hay manera aún. Podemos llamarnos o escribirnos, quizá incluso verte a través del Internet que tan útil es ahora. La verdad es que quería despedirme de ti en persona pero ahora que estás de vacaciones pues, ha sido imposible. En fin, ya te veré un día. Cuídate mucho, ha sido un placer conocer a tu familia y estamos en contacto. No podía irme sin despedirme de mi mejor amigo. El único, a fin de cuentas, por siempre.

Te quiero, canijo.

Adiós.

miércoles, 8 de agosto de 2007

Noticias

Aquí sigo.
Vivo.
Feliz.
Solo.

sábado, 4 de agosto de 2007

Chistérico



Érase una vez.... truz.

viernes, 3 de agosto de 2007

Discurso de graduación

12 de Marzo del 2003.

Conocí al ser más maravilloso del mundo muy pequeña. Cuando mi cama apenas se mecía en arrullo de la edad temprana, mis ojos eran cortos, como mis manos que apenas alcanzaban a deshacer el moño en mi cabeza, sintiendo un cálido beso en la frente que apuraba a esa persona amada a marcharse temprano a iniciar su vida por la mía, tan temprano que aún me quedaban largas horas de sueño tintineando por el cuarto.
Es así que se me anega la memoria de dos nombres, sólo a mí esta vez que ustedes me han prestado su palabra, sabiendo que cada historia nos viene en un aroma, en un color propio con el que mudamos las aguas diarias de nuestra mirada. En mí serán los nombres de mis padres, Juan José y Albertina, los seres más maravillosos.
Entonces crecí, formándome en su enseñanza, y es ahí que me aprendí sus peripecias a la letra. Cuando pequeños salían pisando los talones de la noche rumbo la escuela, descalzos y con las plantas ardiendo sobre el piso derretido por el sol o ateridas en el frío del invierno, con la nieve hasta las rodillas, con la firme convicción de saber que ésa era la más fácil entrada al mundo, el estudio; sólo para llegar a casa y ser aleccionado por un padre que esperaba apareciera en su rostro la travesura del día qué castigar; momentos antes de partir al trabajo que odiaban, que tan pesada carga les era y que debían soportar por ayudar a su padre, mi abuelo, y a la abuela que sollozaba observando desde el umbral de la puerta de la recámara a los niños abultados por el suelo... después, apenas comer y un día nuevo.
Ellos tuvieron a sus padres y estos a los suyos, y generación tras generación supieron de la vida a través de la boca de los verdaderos hombres y mujeres que obedecían con respeto y tan profundamente admiraban. Antes de la escuela, mucho antes, no había nada, sólo el llano yermo para los abuelos, las chozas, las vacas, los cerdos, las gallinas, y la entera subsistencia de la fertilidad de sus campos, de sus animales, de su familia; de apenas deletrear el nombre, de firmas solemnes de encausto y equis. De esa vida proviene la casta entera de mi árbol genealógico. De una vida que era áspera y dura, una que no filosofaba más allá de tener el pan en la mesa cada día y que así, en los brazos de un dios, era lo mejor del mundo para los pequeños ojos que ven tras la baranda de una improvisada cuna. Ellos forjaron sus aventuras en la pequeña fantasía del soliviantar el ánimo de un niño que se ve con la comida en una mano y con la otra llena de sus manos callosas, unas que no nos soltarían sin saber, aún temiendo al mundo, que estamos listos para integrarnos a su paso sin tropiezos. Ésa es mi madre, dijimos con orgullo, aquél mi papá.
Después iniciamos camino. Ya no descalzos, sino en brazos de un padre, ya no con frío, sino en el regazo de mamá... y me pongo a pensar. ¿Cuánto se necesita para ser un hombre, una mujer de bien? Me pongo a pensar si seguí sus pasos sin perder de vista el horizonte y si al final estarán orgullosos de mí, como yo lo estoy de ellos. ¿Cuándo podré contar mis propias historias a un pequeño en el futuro que, como yo hice con mis padres, me vea atento, aún sobre su hombro, para no perder detalle alguno?
La verdad es que éramos unos niños cuando decidimos estudiar Ingeniería Civil, al menos, así lo siento comparado con aquella recia mirada de un hombre, una mujer, que se curtían en una gota de llanto. Dudamos qué sería de nosotros entre mil cosas más, y de ser astronautas, bomberos, doctores o celebridades, pasamos a esto, una pasión que nació desde pequeños o acaso en el último esfuerzo por terminar la carrera.



Señoras, señores. Estamos hoy aquí reunidos porque una larga travesía ha terminado. Muchos años de estudio se pueden resumir en unas cuantas palabras: hoy me convierto en ingeniero, en ingeniera. Aún cuando sabemos que esto no es del todo cierto, que si estoy aquí es porque me he ido convirtiendo cada día en lo que soy y que me quedan muchos años más para poder merecer este gran honor y su inherente responsabilidad.
Es un gran orgullo ser egresado de la Universidad Autónoma de Sinaloa y por tal habrán de ver mi barbilla en alto por doquier y aún así con la humildad que me han dado en su enseñanza. El título de Ingeniero Civil viene acompañado de esa responsabilidad que nos confían, del respaldo de decenas de profesores y directivos, de cientos de alumnos, de tantos amigos y de nuestros padres; pero también del placer de hacer eso que tanto nos fascina, simplemente ser ingenieros, desempeñarnos como tales en nuestro país o cualquier lugar del mundo. Saber que estar aquí por cinco años representa el inicio de un camino más largo y sinuoso por delante y que tenemos las herramientas no sólo para tener éxito en nuestro ámbito, sino en muchos más que, por nuestra madurez y conocimientos adquiridos, podemos dominar. Tengan la certeza de que estoy preparada para el futuro; la tengo yo que he estado en el cuidado e instrucción de expertos.
Era apenas una niña cuando empecé a forjar mi historia, ilusionada en llegar a ser lo que tanto me maravillaba, una verdadera mujer. Siempre viendo más lejos desde los hombros de alguien mucho más grande que yo. Antes eran los de mis padres, mi familia; pero aquí, en esta Universidad que me ha dado tanto, encontré tantos más de ellos. En la mirada perdida del primer día de escuela y un amigo nuevo, en las aulas y sus maestros, en los cubículos y su amistad, en las claras lecciones de vida que nos va dando cada cual en su modo tan distintivo. Aquí somos nosotros en el mundo, somos nosotros para el mundo. Hoy esos hombros son los de una Universidad, los de un título, los de un maestro, los de un amigo y compañero, los de mis seres más queridos; y no puedo hacer nada más que agradecer; decir gracias por todo y hacer buen uso de su confianza y apoyo.
Conocí al ser más maravilloso del mundo muy pequeña. Cuando apenas balbuceaba las palabras que hoy tanto quiero decir; y en sus historias de días de estudio y trabajo, a la escuela o al campo, de ordeñar vacas y servir comidas, de pasar frío, hambre y un endemoniado calor, de aguantar a los abuelos y adorarlos, me aprendí sus peripecias a la letra; ensalzadas en sufrimiento y burla, al borde de la realidad y la fantasía. Apenas empiezo a tejer mis historias, quizá junto a la anécdota de la nieve hasta las rodillas o enriquecidas con muchas más. La verdad es que me han prestado muchas historias y también hice algunas otras, algunas presentes entre ustedes. Quizá ya es hora de partir a casa y no volver al aula, pero la enseñanza continúa y así, convertidos en el hombre, la mujer que tanto admiramos, sembremos una semilla en la nación, en cada niño futuro profesionista con nuestro trabajo de ingenieros. Es increíble lo que un niño remilgado y travieso puede hacer a las espaldas de los padres cuando siente que la vida está en sus manos.

Perdonen si empecé así y ahora termino con lo mismo, que si les fue poco, ha sido todo para mí. Muchas gracias a todos.


Generación 1998-2003. Ingeniería Civil. UAS.



Lo leyó Brenda. Lo escribí yo.

jueves, 2 de agosto de 2007

¿Rebeca?

"La posibilidad de su nombre cambia las cosas; ¿Rebeca? Esbozo una sonrisa. Uso apenas los músculos necesarios para lograrlo y ahí está, una solitaria e inexperta sonrisa que asomada a mi mirada apenas pudiera sentirse como el preludio de un tibio hola. Después de una soledad inherente, unos instantes sin poder hablar no son nada. Una vida llena de avistamientos fortuitos y encuentros pasajeros que no perduran ni lo que un aroma y sin embargo los llevo en mi mente a todos: La pobre mujer mendigando, la muchacha de mirada perdida, el viejo que rehúye los ojos de otro hombre, y ahora ella... Había olvidado lo que hace bella a una mujer. Y no hablo de esa cordialidad que nace del tiempo compartido y los años de amistad, no. Hablo de esa figura perfecta y delicada parada frente a mí, inmóvil, ausente de mi mundo y dando forma a todo el suyo. Ahí donde termina su aroma y empieza su recuerdo. La observo un instante, sin invadir su espacio, descansando la mirada en otro lado con cualquier pretexto pues una visión así se disfruta mejor en pequeños sorbos, como el buen vino. Así. Volteo una vez más y luego al suelo bañado por su sombra. ¿Rebeca? No lo sé. Sólo sé que me atormenta la posibilidad de su existencia. Cuando en mi embeleso todo se diluye junto con mi razón no permitiendo sea posible nadie y nada más que ella. Y heme aquí, con la cabeza reclinada entre los pliegues del asiento, tratando de no pensar, no recordar, no saber de su existencia y nunca así de más nada. ¿Será Rebeca?

Será el por siempre nefasto seudónimo del olvido”.



Para una visión imaginaria.

Ni el más leve sonido

Es mi ciudad aquella
bajo el cielo de sol tupido,
que parece que va llorando
macilenta en aguas de río.

¡Es el calor! -Dice un cristiano-,
es el calor y el ruido.

¡Es el hombre! -Le grité-.
Es el hogar caído…
¿Qué ahora culpamos al sol
y del barullo al sonido?

Es la tierra amarga de sangre.
Es el corazón podrido.
Es el poder de la bala.
El dinero, el forajido.
Serán mis ganas de llorar
por el niño que ha nacido.
Mis mil ganas de gritar,
o de que me presten oído...

Dejemos que sea el calor.
Que nos confunda el barullo.
Así cuando estemos muertos,
bajo tierra ni el sol…
y ni el más leve sonido.