martes, 29 de junio de 2010

Ola criminal 2

A mí me pasó algo parecido:

Iba caminando hacia mi carro cuando de pronto se me emparejó un vocho, de esos viejitos. Salió de él un sonido chillón, una especie de corneta y al voltear por la impresión, vi que me llamaban y me hacían señas para que me detuviera. No hice caso, pues no los reconocí, y seguí mi camino impasible. Aún así, noté que se veían muy blancos todos los que iban adentro y sin alcanzar a contarlos, supe que eran varios. Llevaban los cabellos alborotados, como si hubiesen andado con las ventanillas abiertas a toda velocidad. Acto seguido, aceleraron y se me atravesaron al paso para entonces abrir la puerta y empezar a bajar.

El primero en descender era grandote, traía pantalones azul y plateado; era una especie de overol, con camisa blanca debajo, y en la mano cargaba una especie de cachiporra. El sujeto me hizo una mueca que no supe distinguir si era amigable o amenazadora. Después, uno de los que venía atrás quiso bajar también, pero supongo que la puerta del otro lado no servía, porque el copiloto quiso bajarse al mismo tiempo y al salir chocaron las cabezas, a lo cual uno se sobó con verdadera angustia, pero al no ver sangre, no me alarmé. Entonces, siendo amables, los dos se ofrecieron el paso, el cual gustosamente aceptaron ambos, haciendo un segundo intento por salir, y golpeando de nuevo sus cabezas en otro gesto de dolor. El que se había bajado primero, algo impaciente, tomó la cachiporra y se la azotó en la cabeza al que ya se sobaba por el golpe. Por fin salieron los dos, también vestidos de manera extravagante. Uno de amarillo, con camisa de rayas, como de mimo, y otro traía lo que parecía más bien la ropa de un pintor de brocha gorda. Toda manchada de mil colores. Después, no lo había notado, otro chavo, mucho más chiquito que los otros se lanzó a la espalda de uno de los que estaban ya abajo, y al deslizarse hasta el suelo, le bajó el pantalón dejándolo en calzones, unos muy graciosos, por cierto; éste se agachó para recoger sus pantalones en el suelo, pero se golpeó de nuevo, esta vez con la puerta del vocho, que estaba abierta, a lo cual volteó con furia con el más chaparrito de todos y amenazó con darle un manotazo; el chaparrito corrió por entre sus piernas dando un salto, entre sus calzones y el pantalón, y el grande perdió el equilibrio y cayó de nalgas sobre el pavimento. A estas alturas ya estaba yo asustado pues no sabía qué querían estos señores. Luego del mismo vocho salieron uno a uno, otros cinco sujetos, de piel pálida, tan pálida que tenían que pintarse los ojos, las cejas, la boca, para poder diferenciarlas de su rostro. Incluso la nariz estaba roja e inflamada, quizá por una reacción alérgica a la misma pintura. Uno a uno salieron, pero no sé por qué, el primero fue y abrió la puerta del otro costado, seguro para sacar un arma o algo así, y entró de nuevo en el carro, seguido por los otros cuatro, y sin yo esperármelo, salieron de nuevo por la puerta por la cual habían descendido antes, y así, siguieron este proceso durante un rato durante el cual, los cuatro sujetos que salieron primero los veían absortos. Entonces el primero que salió, con la cachiporra en la mano, fue dándoles un golpe a cada uno mientras salían, por lo cual, aturdidos, sólo atinaron a dar media vuelta y a subirse de nuevo al carro en el orden inverso al que habían descendido. El último de los cinco se asomó y el chaparrito les cerró la puerta con desdén, supongo que ya molesto porque no la habían cerrado en ninguna de sus múltiples subidas y bajadas. El de la cachiporra sujetó al chaparrito y lo aventó dentro a través de la ventana, y los otros dos, el de amarillo y el pintor, corrieron a subirse al auto por el otro costado, pero supongo yo que ya no cabían, pues al entrar y cerrar la puerta, el chaparrito salió disparado por la ventana, en brazos del de la cachiporra. El chaparrito al deslizarse de nuevo para abajo, bajó los pantalones del de la cachiporra, pero estos estaban sujetos por medio de unos tirantes, los cuales devolvieron a su lugar el pantalón y es por esto, que al tirar un golpe con la cachiporra el sujeto, el chaparrito quiso saltar por entre sus piernas, como había hecho antes con el otro, pero esta vez, se estrelló con el pantalón, que esta vez hizo un sonido metálico, como de sartén, a lo cual el de la cachiporra río a carcajadas mudas, para luego sacar un sartén de su pantalón y darle una nalgada con él al chaparrito y lanzándolo de nuevo dentro del carro por la ventana. El de la cachiporra volteó conmigo, otra vez con esa mueca que no supe si era amenazadora o amigable, se peinó sus rosados cabellos y se dispuso a abrirla puerta, sin saber que el chaparrito había descendido por el lado contrario y a hurtadillas llegando hasta colocarse justo detrás del de la cachiporra, así cuando éste, se preparaba para subirse, recibió un puntapié de parte del chaparrito que para esto, me había pedido que lo cargara en brazos para alcanzar el enorme trasero del de la cachiporra. El de la cachiporra cayó de bruces dentro del auto, el chaparrito saltó de mis brazos y sin que el otro lo viera, fue y se subió al auto por la puerta contraria. El de la cachiporra volteó muy molesto para conmigo y yo con cara de inocencia pura, sólo atiné a sonreír y encogerme en hombros. El de la cachiporra me miró ahora sí con una cara que pude interpretar como muy amenazadora, se peinó sus rosados cabellos y se subió al auto, cerró la puerta, y el chaparrito de nuevo salió disparado por la ventana contraria. El de la cachiporra encendió el auto, dio media vuelta y arrancó, con el chaparrito persiguiéndolos a toda velocidad. Cuadras adelante, el vocho se detuvo y se subió el chaparrín.

Hasta la fecha, no encuentro mi billetera.

Mucho, mucho cuidado.

Atte. Ugolino Marevi.

lunes, 28 de junio de 2010

Ola criminal 1

Sres. Ayer por la tarde aprox. 7:15 de estuve a punto de ser asaltado por unos delincuentes que se encontraban dentro del primer estacionamiento en un Tsuru color azul grisáceo oscuro con cristales polarizados, el cual se encontraba estacionado con cuatro individuos a bordo. Por fortuna al momento de bajarse uno de los tipos para ir hacia mi apareció uno de los guardias, se regreso el tipo se subió de nuevo y continuaron la marcha a toda velocidad.

Atte. Gerardo Arredondo.

EL POR QUÉ DE LAS TRAGEDIAS GRIEGAS

-Oh, magnánimo Licio, el de los buenos ojos, hijo de Eptalión, el del ojo veloz, aquel que imberbe aún, peleó las más atroces de las guerras con un solo ojo, y que siendo arquero siempre fue más que los otros en tal arte aún a pesar de confundir en su mirada las distancias mas no en su temple de cobre y cuero, quien mató a la Élgida, la más terrible de las bestias, con un solo tiro que acertó en una de sus bicéfalas carnosidades, y de Halicia, la de la H errabunda y mejillas sonrosadas, cuya belleza era sólo comparable con la de Afrodita, encarnación de la belleza, quien en un soplo le dio vida para en un resoplo referírsela pues al crecer Halicia, la de la H errabunda y mejillas sonrosadas, empezó a suscitar rumores de divinidad y así, cantos de sin igual hermosura y aún así, indignos de aquella deiforme apariencia de la que Halicia, la de la H errabunda y mejillas sonrosadas, gozaba pues, acrecentándole el verde de la cara a la mismísima Afrodita, encarnación de la belleza, que llorosa fue y posada a los pies del magnánimo Zeus, el que todo lo puede, rogara se le permitiera aconsejarle falsamente a Eptalión, el del ojo veloz, que dejara a Halicia, la de la H errabunda y mejillas sonrosadas, puesto tenía quereres con Ucísife, el de sandalias grandes, esto investida de Hécube, la reina virgen, a quien Eptalión, el del ojo veloz, tanto admiraba, así, provocando tu desgracia, Licio, el de los buenos ojos, creciendo con un padre dolido y una madre desterrada, oh, excelso amigo y compañero, ¿podrías, sí podrías hacerte a un lado? Que se acerca un carro…

Ehm…

¡Oh, aciago el día en que te perdí, oh, Licio, el de los buenos ojos, excelso amigo y compañero! ¡Sobrino de…

lunes, 14 de junio de 2010

Chispas 2010

Una lágrima en vilo besa
la paz de tu mejilla ignota.
Se embota, se tambalea,
por tu cadera cae una gota
y es derramar de belleza.

miércoles, 9 de junio de 2010

Baby Ruth's

Soñaba con el ruido, las ansias, el sentido entumido de pasión, el vocablo universal del aire poseyendo las tribunas en un sonido irregular y omnipotente, la cumbia, la salsa, el lancero, el son. Soñaba con la atmósfera inasible del primer momento, el único, el relato corto de nuestras vidas… Somebody better put you back into your place… sing it… we will, we will rock you… El fingido desdén del héroe sentado entre sus fieles, sus aprendices, el deber del Prometo, el fatal sino del Ícaro, la lucha, el poder, el dolor de ser sometido, un tarareo, el mambo, la nostalgia del doo wop, el bebop, el rock, una sonata de gargantas hiladas por el titiritero de nuestras verdades únicas y compartidas, la banda, el mariachi, las cornetas y sus semi-melodías, sus semi-valentías, las porras, el entusiasmo desbordado del acierto, el pudor incierto del desatino, los ah’s, los oh’s, los bravos, let’s go, Atta boy, el ruido sinfónico, el ruido daltónico, de tres colores, azul, rojo, blanco… Pretty woman, walking down the street… Arremángala, arrempújala… el esdrújulo, el bicéfalo, el ying, el yang, ganar o perder, la historia resumida en dos palabras, la filosofía universal en dos palabras… en una… Soñaba con ella: La de sonrisa inerme y ganas de batear, la gorra que estorba, el guante que va y se desmaya a los costados si te descuidas, la que batea al revés, la que se queja, la que brinca de emoción, la que lleva porra, la que siente sola, la que maldice a los ocho vientos … la que corre y se cae en levante… la que se esconde en cierzo… la que pide a Dios por mistral… la que se arrodilla ante simún… la que cacha con el pecho en el monzón… la que cuenta sus moretes en el ábrego… la que olvidó a siroco… el que olvidé yo… la banca y su corazón, la sístole, la diástole, el empujón, la vuelta a casa después de esa batalla de tres golpes, tres estocadas, tres más y tres más y tres más… Me dicen la baby ruth me están buscando… en la caja de bat las estoy esperando… la fe ciega de la porra, su religión, su iglesia, su templo, su pecado original: haber nacido Baby… lo insípido de lo sencillo, lo banal, lo pequeño, el manjar de lo harto difícil, lo complicado, lo imposible… Pipiripiripí… El absurdo del error, la comedia de Benny Hill, la persecución de Khachaturian, el sable, y luego las risas, siempre las risas, abarcándolo todo hasta el derecho, el central, el izquierdo, el diamante de la mujer, la reina del campo, la princesa del cuento de hadas, la mujer de mi sueño, el despertar… la vuelta a casa.

Soñaba este mundo era de los buenos, de los puro corazón y al final del cuento, el malo quedaba bañado en lodo y pasteles de crema. Soñaba que las lágrimas y los raspones se iban con un beso de mamá y que a las niñas hermosas y traviesas, sólo las regañan y las mandan a su cuarto cuando hacen mal; sólo para escapar por la ventana y al árbol de nuevo, a encontrar una aventura. Soñaba volvían a casa con la frente en alto después de la derrota y jugaban a vengarse en mil maneras la siguiente vez que se encontraran… desde Navolato vengo dicen… Un respiro hondo y a volver empezar… nada más por jugar.

miércoles, 2 de junio de 2010

Missing this

Estoy cansado. Alguna vez lo susurré en el oído de Karelina antes; después, apenas el murmullo de su boca, tratando de alejar mi vista de las alucinaciones de la mañana. Cuando sientes que está bien no despertar por una hora más e inventar cualquier excusa para no llegar; pero estoy muy cansado ya. Juego a que pierde la cabeza en el resplandor del espejo que sostiene entre sus dedos. Se lo arrebato y lo sabía. La envidia es uno de mi mayores placeres cuando es fabricada. Se disfruta más el juego entre las manos.
-¿Y si perdieras la cabeza correrías en círculos antes de caer en la oficina de Murillo?
-Ja ja, como gallina.
-La cabeza por él ya la perdiste. Que se quede con el resto.
-Muy chistoso.
El chisporroteo de esquirlas por el suelo veía su cabeza desparramarse en pedacitos por el suelo. La cara sorprendida de Karelina me hace decir inevitablemente:
-¿Qué? ¿Nunca habías visto un espejo quebrarse?
-Hey, tú- me dice Silvia-. ¿A eso vienes?
-Y a verte.
Me dirijo a Karelina:
-Está padre -viendo los pequeños diamantes por el suelo-. Se ve más bonito así, ¿no? Por un minuto, sentí que fue tu corazón el que fue y se metió bajo el lugar de Sergio en pedacitos.
No me dice nada.
Tengo mis ratos de lucidez. Cuando la mañana es vieja. Se evapora el sopor y se exhala en un vaivén de aburrimiento. Es entonces que me muevo en la silla como esperando todo mundo sepa lo que está por pasar. Como a veces cuando llega mi jefa y escudriña por los rincones para ver cómo se le da forma a la nada. No había notado que una gota de sangre había llegado a mi camisa. Hay que tener cuidado, la mañana es muy joven y el sopor se envuelve desde los tobillo. Podría tallarme los ojos y esas malditas esquirlas.
-No te preocupes, yo me encargo-. Le digo sin prisas.
Entonces vuelvo con un batallón de limpieza. Karelina no ha dicho una sola palabra. Sólo mueve la cabeza en tono de ironía, pero sé que no es eso. Más bien debe estar observando lo curioso de mi apuro por limpiar algo que no limpiaré yo. Mejor me voy, es tarde. Karelina no dirá una sola palabra.
-Bueno días. ¿Cómo estás?
Carmen es más segura en estos momentos. Entonces sí puedo hablar. Saco el dedo lastimado, se lo muestro y le digo en tonto auto condescendiente:
-Me corté.
-¿Fuiste tú?
Después, los aspavientos, interpreto mi parte y me siento a ver el resto. Me dejo abrazar. Recito sus palabras una tras otra, como si tuviese que aprenderlas para cuando las necesitara. Me tallo los ojos y apenas recuerdo lo que dije antes.
-Buenos días. ¿Cómo estás?
-Bien. Estábamos hablando de ti. ¿Verdad, Sol?
-¿Ah, sí? –le digo inevitablemente.
Sol nos presta atención por un segundo, lanza esa mirada de siempre y se va.
-Lo que le importó.
-Es que tengo trabajo- se escucha desde atrás de la mampara.
-¿Quién la necesita, no?
-Ja ja, grosero.
-Grosero sería decirle a su marido que me traiga una de esas muchachitas con foquito en la frente de la India. ¿Será para el control remoto?
-Ja ja, ponle uno a…
-¡Ya sé!
-Ja ja.
Vuelvo a mi lugar. La historia ha quedado para después. El monitor, la música, un correo. Sonrío. Mientras escribo noto quién está en su lugar. Son las diez y no recuerdo si falta alguien. Liz se ha peinado como me gusta. Aún así, ni siquiera recuerdo cuál era su cabello antes.
Alheida.
Respiro hondo. Podría no respirar jamás sólo por esa paz justo cuando te quedas sin aire. Respiro en un estertor y Héctor voltea a ver qué sucede. No dice nada. Ha pasado mucho tiempo desde que dijo algo y mucho más desde que lo escuché. “You’re in the arms of the angel, may you find some comfort here”. Siento un roce en mi espalda. Para cuando me quito los audífonos la charla ha terminado. Era Dulce. Sólo sonrío y asiento con la cabeza. Parece contenta. Dejo las cosas así. “Doesn’t mean much, doesn’t mean anything at all”.
Me hundo en mi lugar. Me pongo los audífonos y el mundo desaparece en el tarareo de mil canciones. Todos son sólo imágenes que no me preocupo en medir el tiempo que pasa en olvidar. Mi jefa, Heri, alguna conocida.
Alheida. Con que así luces hoy.
Quisiera fueran las cuatro ya. Las dos horas posteriores se van en un suspiro.