domingo, 1 de julio de 2007

Como Rosa moría

Volteó hacia la ventana y trató de correr la cortina. Le costaba tanto esfuerzo, se agotaba. Logró al fin hacerlo y como prometía, el cuarto ya era del cielo en un destello cegador. Los labios se le amorataban del frío y la tez lucía más blanca que de costumbre, tanto que las venas se asomaban circunspectas a su piel. Poco a poco se arrastraba hacia la ventana y con el cuadro en sus manos daba el toque final a la pintura, con su vientre manchado y sus pechos oprimidos. Por entre las motas de polvo y los blancos techos de toda casa en la colonia, alcanzó a notar un piso abajo, la figura de un hombre. Él la descubrió y se acercó hacia la ventana. Entre el barullo del cuarto inmóvil y danzante, entre sus ecos y el agobiante exterior, alcanzaba a escuchar algo, no sabía qué. El cuadro había escurrido el viso de Rosa en él, mientras la cama hacía lo mismo por su propia imagen, quedando en rojo ambas. Su piel mortecina, violácea en su lamento, viendo los ojos de Ricardo, vacía, con la mano cayendo en aquel cristal, llevándose en él, sintiendo el resoplido de unas palabras, las de él que le llegaban huecas y resonantes, carcomiendo herrumbre acorazado de su pecho sentido, las últimas que nunca debió escuchar: "Te amo, Dedé, ¿Te casarías conmigo?". Mientras las degustaba en una pequeña sonrisa vencida y los ojos vacilantes, con música de serafines para ella proveniente del mariachi esperándola al pie de la ventana y de la boca de su amor.

El hilo de sangre ya cesaba, como en el invierno se recogen las aguas estivales, y quedaba en la mano de Rosa pintada en la ventana regalando al viento sólo un "hola", agotando la mirada.



-Fragmento de mi primer concurso.

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