domingo, 2 de septiembre de 2007

Se me chispoteó

Nimia por la borda de enlazados candiles,
a la luz de su mirada, bajando por los pretiles,
se torna de a poco luciérnaga que se cansa de volar,
que acepta una mano al aire y se le viene a posar.
A ella, a esta noche redonda que dibuja una sonrisa
en aquel hueco de plata que a su ojo inmortaliza.
Con un tropo y la sábana al hombro,
y sus pies a la arboleda,
aquel que de tanto volar a sus pájaros remeda.
La noche ceñida al tórtolo, la fragua de la alameda,
que surge, que hace chispa,
que le abraza, le condena.
Cantando los abedules silbidos de noche y llanto,
por las aguas vespertinas, por sol de colina,
en tanto,
en las ciénagas remotas de paisajes danzantes,
la luciérnaga se embota en telarañas subyugantes;
se queda al cielo profunda y en amanecer estalla.
Cayendo por la borda,
saltando por los pretiles,
la noche de luz le hizo y en el día
de andar se explaya.

1 comentario:

María dijo...

Está lleno de metáforas; lo he leído varias veces, me encanta la sonoridad que le has dado