viernes, 3 de agosto de 2007

Discurso de graduación

12 de Marzo del 2003.

Conocí al ser más maravilloso del mundo muy pequeña. Cuando mi cama apenas se mecía en arrullo de la edad temprana, mis ojos eran cortos, como mis manos que apenas alcanzaban a deshacer el moño en mi cabeza, sintiendo un cálido beso en la frente que apuraba a esa persona amada a marcharse temprano a iniciar su vida por la mía, tan temprano que aún me quedaban largas horas de sueño tintineando por el cuarto.
Es así que se me anega la memoria de dos nombres, sólo a mí esta vez que ustedes me han prestado su palabra, sabiendo que cada historia nos viene en un aroma, en un color propio con el que mudamos las aguas diarias de nuestra mirada. En mí serán los nombres de mis padres, Juan José y Albertina, los seres más maravillosos.
Entonces crecí, formándome en su enseñanza, y es ahí que me aprendí sus peripecias a la letra. Cuando pequeños salían pisando los talones de la noche rumbo la escuela, descalzos y con las plantas ardiendo sobre el piso derretido por el sol o ateridas en el frío del invierno, con la nieve hasta las rodillas, con la firme convicción de saber que ésa era la más fácil entrada al mundo, el estudio; sólo para llegar a casa y ser aleccionado por un padre que esperaba apareciera en su rostro la travesura del día qué castigar; momentos antes de partir al trabajo que odiaban, que tan pesada carga les era y que debían soportar por ayudar a su padre, mi abuelo, y a la abuela que sollozaba observando desde el umbral de la puerta de la recámara a los niños abultados por el suelo... después, apenas comer y un día nuevo.
Ellos tuvieron a sus padres y estos a los suyos, y generación tras generación supieron de la vida a través de la boca de los verdaderos hombres y mujeres que obedecían con respeto y tan profundamente admiraban. Antes de la escuela, mucho antes, no había nada, sólo el llano yermo para los abuelos, las chozas, las vacas, los cerdos, las gallinas, y la entera subsistencia de la fertilidad de sus campos, de sus animales, de su familia; de apenas deletrear el nombre, de firmas solemnes de encausto y equis. De esa vida proviene la casta entera de mi árbol genealógico. De una vida que era áspera y dura, una que no filosofaba más allá de tener el pan en la mesa cada día y que así, en los brazos de un dios, era lo mejor del mundo para los pequeños ojos que ven tras la baranda de una improvisada cuna. Ellos forjaron sus aventuras en la pequeña fantasía del soliviantar el ánimo de un niño que se ve con la comida en una mano y con la otra llena de sus manos callosas, unas que no nos soltarían sin saber, aún temiendo al mundo, que estamos listos para integrarnos a su paso sin tropiezos. Ésa es mi madre, dijimos con orgullo, aquél mi papá.
Después iniciamos camino. Ya no descalzos, sino en brazos de un padre, ya no con frío, sino en el regazo de mamá... y me pongo a pensar. ¿Cuánto se necesita para ser un hombre, una mujer de bien? Me pongo a pensar si seguí sus pasos sin perder de vista el horizonte y si al final estarán orgullosos de mí, como yo lo estoy de ellos. ¿Cuándo podré contar mis propias historias a un pequeño en el futuro que, como yo hice con mis padres, me vea atento, aún sobre su hombro, para no perder detalle alguno?
La verdad es que éramos unos niños cuando decidimos estudiar Ingeniería Civil, al menos, así lo siento comparado con aquella recia mirada de un hombre, una mujer, que se curtían en una gota de llanto. Dudamos qué sería de nosotros entre mil cosas más, y de ser astronautas, bomberos, doctores o celebridades, pasamos a esto, una pasión que nació desde pequeños o acaso en el último esfuerzo por terminar la carrera.



Señoras, señores. Estamos hoy aquí reunidos porque una larga travesía ha terminado. Muchos años de estudio se pueden resumir en unas cuantas palabras: hoy me convierto en ingeniero, en ingeniera. Aún cuando sabemos que esto no es del todo cierto, que si estoy aquí es porque me he ido convirtiendo cada día en lo que soy y que me quedan muchos años más para poder merecer este gran honor y su inherente responsabilidad.
Es un gran orgullo ser egresado de la Universidad Autónoma de Sinaloa y por tal habrán de ver mi barbilla en alto por doquier y aún así con la humildad que me han dado en su enseñanza. El título de Ingeniero Civil viene acompañado de esa responsabilidad que nos confían, del respaldo de decenas de profesores y directivos, de cientos de alumnos, de tantos amigos y de nuestros padres; pero también del placer de hacer eso que tanto nos fascina, simplemente ser ingenieros, desempeñarnos como tales en nuestro país o cualquier lugar del mundo. Saber que estar aquí por cinco años representa el inicio de un camino más largo y sinuoso por delante y que tenemos las herramientas no sólo para tener éxito en nuestro ámbito, sino en muchos más que, por nuestra madurez y conocimientos adquiridos, podemos dominar. Tengan la certeza de que estoy preparada para el futuro; la tengo yo que he estado en el cuidado e instrucción de expertos.
Era apenas una niña cuando empecé a forjar mi historia, ilusionada en llegar a ser lo que tanto me maravillaba, una verdadera mujer. Siempre viendo más lejos desde los hombros de alguien mucho más grande que yo. Antes eran los de mis padres, mi familia; pero aquí, en esta Universidad que me ha dado tanto, encontré tantos más de ellos. En la mirada perdida del primer día de escuela y un amigo nuevo, en las aulas y sus maestros, en los cubículos y su amistad, en las claras lecciones de vida que nos va dando cada cual en su modo tan distintivo. Aquí somos nosotros en el mundo, somos nosotros para el mundo. Hoy esos hombros son los de una Universidad, los de un título, los de un maestro, los de un amigo y compañero, los de mis seres más queridos; y no puedo hacer nada más que agradecer; decir gracias por todo y hacer buen uso de su confianza y apoyo.
Conocí al ser más maravilloso del mundo muy pequeña. Cuando apenas balbuceaba las palabras que hoy tanto quiero decir; y en sus historias de días de estudio y trabajo, a la escuela o al campo, de ordeñar vacas y servir comidas, de pasar frío, hambre y un endemoniado calor, de aguantar a los abuelos y adorarlos, me aprendí sus peripecias a la letra; ensalzadas en sufrimiento y burla, al borde de la realidad y la fantasía. Apenas empiezo a tejer mis historias, quizá junto a la anécdota de la nieve hasta las rodillas o enriquecidas con muchas más. La verdad es que me han prestado muchas historias y también hice algunas otras, algunas presentes entre ustedes. Quizá ya es hora de partir a casa y no volver al aula, pero la enseñanza continúa y así, convertidos en el hombre, la mujer que tanto admiramos, sembremos una semilla en la nación, en cada niño futuro profesionista con nuestro trabajo de ingenieros. Es increíble lo que un niño remilgado y travieso puede hacer a las espaldas de los padres cuando siente que la vida está en sus manos.

Perdonen si empecé así y ahora termino con lo mismo, que si les fue poco, ha sido todo para mí. Muchas gracias a todos.


Generación 1998-2003. Ingeniería Civil. UAS.



Lo leyó Brenda. Lo escribí yo.

4 comentarios:

Cirantis dijo...

...muy bueno y lindo...me hizo viajar u poco en el tiempo, figurarme en ese momento..un momento que es la cuspide de mi vida escolar, el fin de la carrera profesional. me da mucha emocion pensar en ello y a la vez un poco de miedo ya que la vida cambia, ya la rutina no es la misma..como dices es un adios al aula, a la convivencia escolar, es un encuentro con el mundo externo, es cuando entramos a la realidad de la vida adulta...Creo que me identifique un poco mas dado a que tambien soy o bueno sere en 18 meses mas Ingeniera Civil...y al igual que tu y Brenda me siento muy orgullosa de haberla elegido, de haberme comprometido con ella, es muy bonita. Cuando llegue el momento, te pedire ayuda para que me ayudes a expresar la gratitud, felicidad, compania y apoyo que todos los que estan y estuvieron a lo largo de esos 5 anios me dieron. Y se que cuando llegue ese dia aun estaras conmigo de cierto modo para vivirlo...Muy bello discurso quiza robe algunas de tus palabras para el mio ji2...besos...

María dijo...

Ha sido precioso, te doy mi más sincera enhorabuena. Estoy segurísima de que tu familia está muy orgullosa de ti, lo sé. ¿Sabes que en España no se hacen estas cosas?

jose brito dijo...

muy bueno tu discurso te felicito casi me hacer llorar si no fuese xq soy hombre lo ubiese echo.
de verdad te felicito. te quiero mucho x lo que escribistes. yo me graduo este año y queria decir un discurso como el tuyo op algo parecido

Chris Marcela dijo...

muy bueno!!