miércoles, 2 de junio de 2010

Missing this

Estoy cansado. Alguna vez lo susurré en el oído de Karelina antes; después, apenas el murmullo de su boca, tratando de alejar mi vista de las alucinaciones de la mañana. Cuando sientes que está bien no despertar por una hora más e inventar cualquier excusa para no llegar; pero estoy muy cansado ya. Juego a que pierde la cabeza en el resplandor del espejo que sostiene entre sus dedos. Se lo arrebato y lo sabía. La envidia es uno de mi mayores placeres cuando es fabricada. Se disfruta más el juego entre las manos.
-¿Y si perdieras la cabeza correrías en círculos antes de caer en la oficina de Murillo?
-Ja ja, como gallina.
-La cabeza por él ya la perdiste. Que se quede con el resto.
-Muy chistoso.
El chisporroteo de esquirlas por el suelo veía su cabeza desparramarse en pedacitos por el suelo. La cara sorprendida de Karelina me hace decir inevitablemente:
-¿Qué? ¿Nunca habías visto un espejo quebrarse?
-Hey, tú- me dice Silvia-. ¿A eso vienes?
-Y a verte.
Me dirijo a Karelina:
-Está padre -viendo los pequeños diamantes por el suelo-. Se ve más bonito así, ¿no? Por un minuto, sentí que fue tu corazón el que fue y se metió bajo el lugar de Sergio en pedacitos.
No me dice nada.
Tengo mis ratos de lucidez. Cuando la mañana es vieja. Se evapora el sopor y se exhala en un vaivén de aburrimiento. Es entonces que me muevo en la silla como esperando todo mundo sepa lo que está por pasar. Como a veces cuando llega mi jefa y escudriña por los rincones para ver cómo se le da forma a la nada. No había notado que una gota de sangre había llegado a mi camisa. Hay que tener cuidado, la mañana es muy joven y el sopor se envuelve desde los tobillo. Podría tallarme los ojos y esas malditas esquirlas.
-No te preocupes, yo me encargo-. Le digo sin prisas.
Entonces vuelvo con un batallón de limpieza. Karelina no ha dicho una sola palabra. Sólo mueve la cabeza en tono de ironía, pero sé que no es eso. Más bien debe estar observando lo curioso de mi apuro por limpiar algo que no limpiaré yo. Mejor me voy, es tarde. Karelina no dirá una sola palabra.
-Bueno días. ¿Cómo estás?
Carmen es más segura en estos momentos. Entonces sí puedo hablar. Saco el dedo lastimado, se lo muestro y le digo en tonto auto condescendiente:
-Me corté.
-¿Fuiste tú?
Después, los aspavientos, interpreto mi parte y me siento a ver el resto. Me dejo abrazar. Recito sus palabras una tras otra, como si tuviese que aprenderlas para cuando las necesitara. Me tallo los ojos y apenas recuerdo lo que dije antes.
-Buenos días. ¿Cómo estás?
-Bien. Estábamos hablando de ti. ¿Verdad, Sol?
-¿Ah, sí? –le digo inevitablemente.
Sol nos presta atención por un segundo, lanza esa mirada de siempre y se va.
-Lo que le importó.
-Es que tengo trabajo- se escucha desde atrás de la mampara.
-¿Quién la necesita, no?
-Ja ja, grosero.
-Grosero sería decirle a su marido que me traiga una de esas muchachitas con foquito en la frente de la India. ¿Será para el control remoto?
-Ja ja, ponle uno a…
-¡Ya sé!
-Ja ja.
Vuelvo a mi lugar. La historia ha quedado para después. El monitor, la música, un correo. Sonrío. Mientras escribo noto quién está en su lugar. Son las diez y no recuerdo si falta alguien. Liz se ha peinado como me gusta. Aún así, ni siquiera recuerdo cuál era su cabello antes.
Alheida.
Respiro hondo. Podría no respirar jamás sólo por esa paz justo cuando te quedas sin aire. Respiro en un estertor y Héctor voltea a ver qué sucede. No dice nada. Ha pasado mucho tiempo desde que dijo algo y mucho más desde que lo escuché. “You’re in the arms of the angel, may you find some comfort here”. Siento un roce en mi espalda. Para cuando me quito los audífonos la charla ha terminado. Era Dulce. Sólo sonrío y asiento con la cabeza. Parece contenta. Dejo las cosas así. “Doesn’t mean much, doesn’t mean anything at all”.
Me hundo en mi lugar. Me pongo los audífonos y el mundo desaparece en el tarareo de mil canciones. Todos son sólo imágenes que no me preocupo en medir el tiempo que pasa en olvidar. Mi jefa, Heri, alguna conocida.
Alheida. Con que así luces hoy.
Quisiera fueran las cuatro ya. Las dos horas posteriores se van en un suspiro.

1 comentario:

Cirantis dijo...

Un dia por tu oficina...un relato del trabajo...

Beso