domingo, 22 de abril de 2007

Pequeña Saltamontes

Te vi nacer. Te vi surgir desde el brillo más intenso de los ojos arrasados de tus padres. Te vi convertirte en los millones de promesas que muy pronto te tomaron de la mano. Te vi crecer y así, te vi tomar un disfraz distinto cada día, modelando sueños por el cuarto, reflejada en ese espejo en el que estaban sólo tú y la habitación vacía. Te dejé ir.

Ahora vuelvo de vez en cuando, para verte, para ver si te reconozco por las calles. Jugando juegos con mis ansias sobre quién serías, qué habrá sido de tu vida. Si es que has cambiado tanto que termine por perderte para siempre entre las multitudes y tenga que inventarte una nueva historia en cada rostro: La cantante, la doctora, la niña asustadiza de la esquina. He vuelto de vez en cuando para ver si te encuentro y no he fallado una sola vez: Eres la niña en el disfraz equivocado.

Tomaste tus mejores ropas con ilusión y saliste a pasear y fuiste distinta, fuiste maravillosa y el mundo entero empezó a voltear, empezó a notar quién eras y por qué ibas vestida así. Entonces el miedo a su curiosidad se apoderó de todo, no dijeron nada y llenaste sus silencios con un juicio que nadie se molestó en formar y la inseguridad se aferró a tu ser hasta cubrir tus ropas con fragmentos de todos aquellos que pasaban por tu lado. Hasta robar sus sonrisas y sus costumbres. Hasta robar sus historias enteras y practicarlas hasta el cansancio en un insufrible esfuerzo por hacerlas tuyas. Hasta llevar ese disfraz que ahora vistes y te dice que existes, que eres alguien más, que perteneces a un lugar.

Y te diría que lo lograste; que has engañado al mundo entero excepto a mí que te conozco; pero mentiría, mentiría pues aún te observan, aún se preguntan quién eres y saben bien cuando te has ido. Los llevas en la mirada, en esa caja de cartón mojado que arrastras con tus defectos y tus virtudes empolvadas; e igual que yo, siempre te ven llegar. Te reconocen por el respiro cansado, ni suspiro, que te empeñas en amamantar. Te reconocen por el disfraz parchado de inseguridades y miedos, de sonrisas ajenas y anécdotas sin terminar. Te reconocen por las ganas de llorar.

Volveré otro día con mis juegos de encontrarte y buscaré una niña todavía, una en un disfraz equivocado; astronauta en tierra de vaqueros, montada a caballo, con un láser, una paleta y un puñado de ilusiones en la mano. Entonces quizá te vea cosiendo nuevas ropas, regalando sonrisas, sabiendo que para vestir una virtud sólo hace falta escoger, de nuestros favoritos, un color. Entonces quizá, cuando te vea, feliz y cansada de reír, reconozcas en mis ojos ese mismo brillo infinito que te vio nacer.


Para Mimi.

3 comentarios:

Espaciolandesa dijo...

Gracias Ugolino (¿o era Onilogu?).

Palabra que no le hace justicia a lo que me has dedicado, no cuando de alguna manera has golpeado mi corazón recordándole que debe latir.

Y con las mejillas encendidas y una lágrima que nada tiene que ver con la tristeza o el pesar, es lo único que acierto a decir...

Gracias.

Anónimo dijo...

a veces callas, otras muestras y te escondes, ayer pensaba que pasaría.. si las nubes viraran hacia abajo y te tomaran por sorpresa..
solo espero que cuando eso suceda volemos juntos, sin importar estrellas…

Espaciolandesa dijo...

O más bien me has recordado que debo ser yo misma, loca o no...