lunes, 23 de noviembre de 2009

Hola

Le dijo hola y él le contestó. Así, con la voz enredada apenas entre las cuerdas, desafinada. Buscando entre tartamudeos el significado de esa nueva palabra. Un buenos días sabía manejar. Después de todo lo venía oyendo desde chiquito y no es gran compromiso. Se contesta, se mueve los ojos como diciendo sí, parece bueno, ya dirá Dios. Pero no un hola. Entonces tienes que detenerte en la mirada, aunque sea un segundo para saber quien te presta las palabras. Para saber si no es que lo conoces de antes o tengas que quedarte a conocerlo de ahora. Eso no pasa con el buenos días. Mueves los ojos, mueves la cabeza y si lo dices, lo dices y te vas.

Pero a ella la conocía bien. No de andadas, pero ahí estaba todos los días al pasar. Quizá incluso alguna vez se dijeron buenos días, pero quién recuerda esas cosas. Se saluda y se sigue. Así era con ella. Incluso mucho después de que él la había notado. Se veía tan linda esperando todas las mañanas. Quizá esperaba a alguien y él sólo pasaba muy temprano como para alcanzar a verla irse de la mano de aquél. Pero entonces nunca la había visto así; sólo era seguro que se iba tomada de la mano de alguien. Después de todo era muy bonita y estaba sola. Seguro no era el único que la había notado. Si él la notó desde el primer día y no acostumbraba notar a nadie; él nomás decía buenos días. Y no se necesitaba ser muy vivo para darse cuenta de que ella siempre estaba ahí y que el cabello se le corría hacia la cara y que siempre batallaba con él, con él y con esa brisa que aún es fresca en las mañanas; en ese vestido blanco de tirantes que bailaba solo con el aire y esos ojos que asemejaban una sonrisa; su sonrisa. Quizá ésa con la que esperaba al otro todos los días, desde muy temprano. Y él ahí, parado a un lado, como esperando nunca aparezca nadie y se haga noche y entonces tenga que llevársela a casa porque la han olvidado. Pero quién la iba a olvidar, si a veces cuando sonreía parecía de los mismos ángeles que cuentan las historias. Seguro había dos o tres más que quisieran llevársela para nunca volver. Porque así parecía ella, de esas que uno quiere para perderse por siempre, aunque sea en su mirada, para nunca volver.

Entonces qué se dice. Un buenos días es muy fácil; se mueve los ojos, se murmura. Eso basta para decir buenos días a veces. Cuando no tienes que llevarte nada contigo. Cuando no tienes que llevarte lejos esa sonrisa, muy lejos, porque no sabrías qué hacer con ella. Cuando parado frente a ella agarras al tiempo de las ropas antes de que se la lleve de la mano.

Cuando le dijo hola.

Y por un instante fue como si toda la vida le hubiese estado esperando.

De Alheida, con todo mi amor.

1 comentario:

Espaciolandesa dijo...

Cierto, hay diferencia.

Ya no es por formalismo tal vez, sino por familiaridad.

Y eso, cuando se anhela tanto, no se cree, se antoja irreal.

Y sólo hay que sonreír y responder "hola".