lunes, 23 de noviembre de 2009

Con el tiempo

A veces cuando estás cerca parece que oigo la mañana, cerquita, aquí en el pecho. Como si le hablaras al corazón muy bajito, susurrándole de un buen de razones que no entiende, para amansarlo como se amansa a los niños cuando no dejan de berrear; porque cuando empieza a berrear pareciera que de un chasquido revienta y no vuelve a ser cosa útil qué rejuntar. Así es mi corazón a veces y es a veces que estás cerca para hablarle bonito.

A veces cuando no estás no pasa nada. Nomás me siento a ver pasar la vida como recuerdos de muchas veces antes que estuve sentado donde mismo, viendo pasar la vida. A veces, cuando ya no pasa como antes porque de tanto reír se pasaban las horas como el agua. Como deben pasar las horas cuando andas por aquí, porque cuando menos pienso, te has ido y ahí estoy, sentado otra vez, deseando hubiera menos vida para pasar y mucha más de ésa para quedarse; pero ésas nunca van de la mano. Uno supondría que la vida que dura en la mente es la que más tiempo lleva con nosotros, pues nos la sabemos de memoria; pero no es así. Si sólo basta una sonrisa para nunca volverla a olvidar. Y cuánto dura una sonrisa. Entonces cuando me pongo a recordar la vida todo dura tan poco que todo se termina en un suspiro. Creo que así se hacen los suspiros. Porque cuando me preguntan: ¿Por qué suspiras tanto, tú? No llores, nomás acuérdate; tienen razón, pues es acabo de ver pasar zumbando por mi mente un recuerdo tan fugaz que bien pareciera nomás un suspiro. Por eso cuando me dan ganas de pensar suspiro. A veces, cuando no estás.

A veces me pregunto si no se podrán juntar estas dos cosas. Que cuando estés cerca el tiempo se pase así de lento como cuando me siento solo en la casa a recorrer los muebles que ya no recuerdo. Así tendría yo más tiempo para reír como cuando chiquito y no pensar en nada más que llegar a casa apurado a dormir para verte al otro día. Pero entonces me acuerdo de la vida que se aprende uno. Ésa que se sabe de memoria. Capaz que me aprendo tan bien tu imagen, tus gestos, tu voz, que al ratito no halle entre ellos una sonrisa que salvar. Que después de mucho tiempo, al quedarme solo en casa, se me olvide cómo pensar en ti, en todas las cosas y no haya recuerdo que merezca ni un suspiro. Me pregunto si así pasarán esas cosas. Que de tanto vernos se nos olviden las cosas que sí se aprende uno. Tus dientes en los labios, tu cabello cortito y más que nada, cómo se siente de bonito cuando le murmullas al corazón secretos que nomás el tuyo sabía y no recordaba ni cómo decir. Quizá porque vienes de tanto tiempo aprendido que ya no te parabas a pensar.

Entonces mejor me quedo como estoy. Porque entonces cuando estás puedo sentir ese sonido tibio de mañana muy cerquita en el pecho, apretado a las costillas… y cuando me pongo a pensar, suspiro, cuando te has ido.

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